La misma violencia de siempre
Fuqua intenta recuperar el pulso y nervio que tenía Día de entrenamiento, pero Ethan Hawke nunca alcanza el mismo nivel actoral y la exploración del espacio urbano en Brooklyn no tiene el mismo impacto que la de Los Angeles.
En una crítica sobre Frost/Nixon dije de Ron Howard que el nivel de sus filmes dependía del material previo con el que contaba. Que él no es capaz de elevar una historia por encima de sus posibilidades originales, aunque sí se lo puede caratular como un realizador capaz, con cierto sentido de la puesta en escena. Por eso pasaba de películas muy interesantes, como El rescate o Apollo 13, a otras totalmente descartables, como Una mente brillante o El código Da Vinci. Algo similar sucede con Antoine Fuqua: con Día de entrenamiento entregó un filme potente y ambiguo, donde la ética y la moral se exponían a través de las acciones; pero con Tirador llevó la hipocresía ideológica y narrativa a niveles estratosféricos; de Lágrimas del sol o Rey Arturo mejor ni hablemos, porque apenas si calificaban como cine.
Pues bien, a este artesano le toca en suerte ahora una nueva variante del sub-género “policías imperfectos lidiando con los gajes y las tentaciones de su oficio”, del que Hollywood ya creó prácticamente una industria, ya que todos los años tenemos un par de filmes referidos al tema. Que no se malinterprete: se han producido filmes con múltiples aristas atractivas a partir de esta simple premisa, como Un maldito policía, Los infiltrados, Dark blue o 16 calles, e incluso una de las mejores series que ha brindado la televisión en la última década, como es The shield. Pero el guión de Los mejores de Brooklyn no es precisamente innovador. De hecho, comprime muchas cosas ya vistas, con personajes estereotipados, que nunca rompen el molde. Tenemos al policía aquejado por las deudas y su deber como sostén de su familia, lo que lo hace recurrir al robo del narcotráfico; el agente que se la ha pasado patrullando las calles sin pena ni gloria, y que sólo cuando le llega el retiro va tomando conciencia de cuán irrelevante ha sido su labor; y el detective encubierto, que está metido bien adentro, quiere irse de una vez pero nunca encuentra la salida. Todas son tramas separadas, a las que se intenta juntar y hacer coincidir de forma arbitraria, sin pertinencia alguna, como tratando de dar una lección que ya suena demasiada vieja y aburrida.
Hay que reconocerle a Fuqua que le pone pilas, sudor, esfuerzo al asunto. Intenta reeditar el mismo pulso y nervio que tenía Día de entrenamiento. Sin embargo, Ethan Hawke nunca alcanza el mismo nivel actoral, la exploración del espacio urbano en Brooklyn no tiene el mismo impacto que la de Los Angeles, la oscuridad y la violencia no se transmiten al espectador con el mismo grado de profundidad. Esto pasa básicamente porque los protagonistas son extremadamente superficiales en su accionar, pensamiento, motivaciones. Nunca percibimos un pasado, una línea del tiempo que los respalde. Están ahí porque lo pide el guión, que pesa demasiado y en vez de ser un motor, termina siendo un ancla para las situaciones que se van sucediendo.
Eso sí, hay un muy buen montaje y uso de la cámara sobre el final, que igual delata aún más las imperfecciones del resto del metraje. Al igual que Reyes de la calle o Código de familia, Los mejores de Brooklyn no tiene nada nuevo para ofrecer. Tanta sangre derramada por nada…