Cumplir la última voluntad de una persona que se está por morir, es el deber de sus deudos. Ese es el encargo que tienen que llevar a cabo dos hermanos que viajan en micro hacia un pueblo costero de la provincia de Buenos Aires, donde vivía la madre de ellos, luego de enviudar del padre de los chicos, con un hombre dueño de una Iglesia que se lo nombra, pero nunca aparece.
Es invierno, la playa está desierta y Gilda (Laila Maltz) que tiene 20 años, junto a su hermano menor, de 17, Lucas (Tomás Wicz) llegan con un mínimo equipaje a la casa de su madre. Lo único que tienen para arrojar al mar es la prótesis de una mano, porque el cuerpo todavía no fue liberado por la justicia para cremarlo y Gilda no puede, ni quiere, esperar más.
En su segundo largometraje Mateo Bendesky cuenta una historia en dos planos. Porque los adolescentes no pueden volver a Buenos Aires, ya que hay un paro indeterminado de los choferes de los micros de larga distancia, y quedan varados unos días, a la espera que se resuelva el conflicto. Y por el otro, hay un pasado turbio que no se termina de dilucidar y que justamente empaña la totalidad del relato. Lo mejor logrado son la concepción de las escenas, donde la acción depende de lo que haga Lucas. Él va y viene de la casa, entrena en la playa, sale de noche y conoce a un joven llamado Guido (Alejandro Russek), quiien le provocará sensaciones nuevas a su vida. Mientras que Gilda, tiene una actitud más pasiva, no está cómoda y lo hace notar constantemente.
Lo más valioso es ver cómo pasan los días los hermanos, que se redescubren luego de que la chica estuviera internada en un centro de rehabilitación por drogadicción y el chico, que todavía va a el colegio, no tiene muchas intenciones de volver.
Cómo fue descripto previamente, donde tambalea la historia es en lo que pasó antes, tanto con la madre, que no se esclarece de qué murió, sólo sabemos que es un tema policial y judicial únicamente, y además con quién viven los hermanos, ya que el padre falleció hace tiempo y ninguno de los dos trabaja, porque durante la estadía en la playa nunca reportan a nadie que van a quedarse allí, sólo Gilda intercambia mensajes con un novio. Pero la gacetilla de prensa explica mucho mejor, y esclarece el panorama, de lo que tendría que haber sido plasmado en imágenes.
Los momentos y climas intimistas avanzan a un ritmo tranquilo, y se mantienen así a lo largo del film. El director se toma todo el tiempo que cree necesario en desarrollar una narración austera, donde Lucas aprovechó mejor el tiempo para comenzar a vivir una vida de adulto y encontrarse a sí mismo.