Lidiar con la muerte, cumplir con los últimos deseos de una madre que se fue en circunstancias que se revelaran de a poco, arrojar al mar un objeto que la representa, con toque siniestro, y dos hermanos que quedan varados en un pueblo costero indeterminado por una huelga de choferes. Ellos deben batallar con el dolor del duelo, con el afecto que se tienen, pero también con los secretos familiares. Muchos elementos se interponen en esa relación. El chico obsesionado por sus límites físicos pero que descubrirá o estará dispuesto a explorar su sexualidad. La mayor que viene de situaciones de adicción, de deseos de destrucción, con un amor “salvador” que su hermano sospecha puede no ser real. Y entre ellos un mundo de sueños, secretos, creencias en medicinas alternativas pero por sobre todo la durísima elaboración de un dolor que los partió al medio. Más una presencia fantasmal que se manifiesta con ciertos ruidos. Sin embargo en la dirección y el guión de Mateo Bendesky hay mucho de sensibilidad, pero también de humor, de delirio, de situaciones de juego, de creatividad deslumbrante, de equilibrio al mismo tiempo. Cuenta con dos muy buenos actores, Tomas Wicz y Laila Maltz que se permiten la intensidad y el brillo en esos dos personajes que buscan una salida a dolores, recuerdos, amores y el difícil acceso a un mundo adulto que puede ser prometedor o no.