A lo largo de la trayectoria de Mateo Bendesky, algunos de su films lidian con la visión del realismo mágico y el autor se interesa en esta vertiente proveniente de la literatura para contar una historia. Según palabras del mismo, existen en esta obra elementos autobiográficos basados en propias experiencias, lo que convierte a “Los Miembros de la Familia”, quizás en su film más personal, no obstante la huella autoral puede rastrearse a lo largo de sus anteriores obras.
En este film en particular, el enfoque parte desde el momento de la vida que sus personajes atraviesan, una instancia de dolor y pesar en donde el realismo mágico cobra vida y el lazo entre lo real y lo imaginado comienza a diluirse. Bajo este verosímil, ese mundo de fantasía se hace realidad validándose como una acertada forma para contar una historia que recurrirá a variados registros genéricos.
Aquí la trama toma lugar en un ámbito pueblerino de la costa argentina. Filmado en siete diferentes locaciones que recrean un lugar ficticio y arquetípico, el desafío autoral consiste en inventar un nuevo pueblo y dotarlo de vida propia: el aire melancólico de la costa argentina es trasladado a este ámbito, un submundo que representa el refugio veraniego da la clase media argentina turística, de allí también proviene su carácter especial. En épocas de invierno, una atmósfera de misterio rodea estos parajes, en donde observamos, con un dejo de tristeza, la ciudad costera desierta. Utilizando como metáfora la idea de ‘un lugar que fue hecho para otro fin’, a través de ese sentimiento de despojo se prolonga dicha inquietud a sus personajes y su inconformismo. A través de una variada gama de sensaciones, se potenciará su emotividad desde el escenario físico hacia la hostilidad y la proyección de sentimientos encontrados.
Existe un particular abordaje al género de la comedia, el cual funciona de forma eficiente cuando la seriedad de una situación dramática es connotada con el absurdo. Bajo este tono lúdico, el director trabaja una marca personal que busca descontracturar los tradicionalismos de la comedia dramática, apelando a una cadencia de tonos y una precisión de climas y humores que afectan positivamente al relato.
Desde el personaje de Lucas, una serie de observaciones enriquecen la mirada sobre el film y sus texturas. Resulta particular el acercamiento que se hace desde su postura y sobre la tecnología a través de la cual la gente se comunica, como lazo indispensable para establecer vínculos en nuestro tiempo. Viviendo inmersos en un mundo de redes y teléfonos -un símil de mundo paralelo que genera una segunda vida dentro de la rutina social que atravesamos-, percibimos en este personaje la timidez propia de la adolescencia, el descubrimiento de los vínculos y la sexualidad y el culto a la estética desde la mirada de un coming of age afectado por lógicos conflictos.
Potenciar la herramienta virtual para acercarse a las personas refleja la forma en que las generaciones jóvenes viven y se comunican hoy día, resultando éste un factor al que el autor presta suma atención. Pensando en ‘la vida en línea como un lugar que antes no existía’ permite indagar en cuestiones filosóficas complejas de asimilar. Bajo esta posible teoría de ver el mundo de hoy y conectarse con el, “Los Miembros de la Familia” captura el tema principal de su búsqueda: construir las necesidades para el mundo en que vivimos.
Otra interesante observación de matiz social resulta el deporte desde la mirada sesgada de la masculindad, como tradición cultural en Argentina. Desde el absurdo del prototipo conservador y como una critica social a la pacatería de antaño, el film se cuestiona sobre el alcance del pensamiento radical en otros tiempos menos progresivos como un indudable llamado de atención y un compromiso para las nuevas generaciones. Bajo una óptica similar, la recreación en el uso de drogas y esteroides como vía de escape a la insatisfacción cotidiana se revela como un acertado retrato de la juventud y los excesos, algo que está presente en las generaciones que están en contacto aquí, persiguiendo una forma de realismo emparentada al mundo que los rodea.
La relación entre los hermanos (Lucas y Gilda) resulta un aspecto esencial de la narración y en donde convergen una serie de tópicos de fructífero análisis. En los abordajes que se realiza sobre cuestiones como la depresión y la salud mental, el director denota una absoluta franqueza en evidenciar cuestiones muy presentes en la vida de adolescentes que están atravesando un duelo. Como esencial tramo del proceso, el abordar verbalmente estas cuestiones termina por liberarlos, si bien en realidad es el autor (como un auténtico demiurgo cinematográfico) quien suelta a sus personajes de dicha carga estigmatizada.
A través de la profundidad de análisis que brinda, el film nos invita a reflexionar (sin despojarse de una mirada tierna) acerca de la vulnerabilidad y las debilidades que refleja esta etapa de la juventud, en plena búsqueda de la identidad, del destino y de su lugar en el mundo. La complejidad de los sentimientos expuestos facilita un acercamiento psicoanalítico: como se expresan aquella relación fraternal tamizada por la culpa, el hermetismo, la confusión y el enojo. Esta mixtura de sensaciones nos interpela acerca de las elecciones que tomamos y como nuestras experiencias afectan la forma en que procesamos/exteriorizamos los sentimientos: el misterio que rodea a cada relación y su extrañeza constituye la exclusividad de cada vínculo.
Subjetivizando la mirada hacia una bienvenida libertad interpretativa de esta obra, el mensaje llegará al espectador para completar un posible sentido intelectual dentro de tantos probables, adquiriendo allí vida propia. ¿Se trata, finalmente, del suicidio de su madre? Los espacios de la casa que parecen vedados nos inclinan a pensar que sí . Otorgar la cantidad de espacios inconclusos a su desarrollo resulta una apuesta atractiva para que la película crezca notablemente en la mente del espectador.