El film comienza en Paris, en medio de los festejos por el campeonato mundial del 2018. Diversas etnias y clases sociales, todas unificadas como masa por un logro futbolístico. Pero cuando termina la alegría, se regresa a las rutinas, los combates y tensiones.
Tomando como título la obra literaria de Víctor Hugo, “Les Misérables” sigue a un trío de policías a lo largo de su día laboral, patrullando y manteniendo la paz en los bordes del este de Paris. Ladj Ly, en su auspiciosa ópera prima, construye una especie de neorrealismo sobre la actualidad francesa.
“Recuerden mis amigos, no hay malas hierbas, ni malos hombres. Solo hay malos cultivadores”– Victor Hugo
Esta todo allí, hay tensiones entre policías e inmigrantes, problemáticas sociales diversas, y un racismo que se resiste. Hay demasiados elementos importantes, y Ly los resuelve aplicando la eficaz fórmula de una película de acción.Sin embargo, hay una escena específica que produce un quiebre en el tono. La potencia y la carga simbólica de la misma es tan enorme, que “Les Misérables” se carga de un contenido político gigante. Tal vez se le pueda reprochar que Ly se apoye demasiado (al punto de abusar) en las tomas desde el dron. Funcionan para saltar de espacio a lo largo del día, pero en la reiteración es un recurso que acaba por agotarse demasiado.¿Pudo ser más? Probablemente. Va a lo seguro, no arriesga demasiado, y se entorpece un poco en ciertos diálogos demasiado banales, pero no deja de ser una valiosa ópera prima.
“Les Misérables” es un film político, guerrillero, de despliegue económico pero potente. Tiene el aval de haber sido nominada en los premios Óscar (Mejor película extranjera), pero uno no puede dejar de pensar que quizás se trate de un reconocimiento excesivo a una cinematografía que tenía opciones más valiosas como “Portrait of a Lady on Fire“