Los miserables: No hay malas hierbas ni malos hombres.
El debut en la ficción del activista y documentalista Ladj Ly invoca el clásico de Víctor Hugo para tensar el ambiente en un thriller social. Nominada a Mejor Película Extranjera en los Premios Oscar y Globos de Oro, cautivó al mundo entero con su denuncia al Estado francés, la represión y la marginalidad.
Les Misérables (2019) comienza con una cita del aclamado libro: “Pacífico y agradable lugar, que no estaba en la ruta de nadie”, ironía pura que anticipa lo que será una historia, en clave activista, ambientada en la misma zona que la célebre obra de Víctor Hugo, donde la opresión, descontento social y discriminación racial se asemeja a lo sucedido en la Insurrección de junio de 1832. En la obra de Ladj Ly se expone además el abuso policial, las pandillas locales y el fundamentalismo islámico, dando como resultado un explosivo thriller social.
La violencia y el odio están a la orden del día en la sociedad moderna y este joven realizador lo plantea en una ficción que crispa los nervios en cuanto entendemos la convulsa realidad en la que se vive. Con una estructura de thriller policial, tiene un mensaje social y político de lo más activista.
Ly, que creció en Montfermeil, en el distrito de Bosquets de París, utiliza ese mismo escenario para iniciar la película con los jóvenes del barrio yendo a la Torre Eiffel a festejar el triunfo de Francia en la final de la Copa del Mundo de Rusia. Ahí todo es corridas y vitoreadas de alegría, que luego tendrá su antítesis sobre el final con las protestas de 2005, la insatisfacción con la policía y con Nicolas Sarkozy.
Stéphane Ruiz (Damien Bonnard) es un policía recién llegado al distrito, que se enfrenta a su 1r día de trabajo en la Brigada de Lucha contra la Delincuencia (B.A.C. en su francés original). Sus compañeros, Chris (Alexis Manenti) y Gwda (Djibril Zonga), llevan más de una década recorriendo las calles y el cansancio los ha llevado a relajarse a tal punto que les deje de importar lo que sucede en este suburbio violento, donde la mayoría son negros y musulmanes. Todo estalla cuando un niño roba un cachorro de león de un circo ambulante y los dueños gitanos quieren recuperarlo a cualquier precio.
Damien Bonnard -Dunkirk (2017) y Le chant du loup (2019) – brilla con un arco evolutivo interpretado de maravillas. Su día de entrenamiento pasa de la incertidumbre total a asimilarse completamente a sus otros 2 compañeros, sobre el final. Mención aparte para el hijo del director, Al Hassan Ly, como Buzz, detonante del conflicto porque graba una pelea con su drone.
La película llama la atención con la denuncia social que propone. Incomoda a partir de la segregación, la violencia, el odio y el arrebato a los derechos humanos como marca de la sociedad parisina (que podría ser traspolada a casi cualquier lugar en el mundo). Aunque de a ratos predecible, seduce desde ese disgusto que genera en cuanto a las miserias morales, sociales, políticas y económicas.
La fotografía de Julien Poupard retrata todo esto con una claridad digna de un documental. Las vistas de Montfermeil con sus monoblocks y mercados, sus baldíos como canchitas de fútbol y las calles angostas abarrotadas de gente de todas las etnias. Por otro lado, se utilizan de forma inteligente las imágenes reales de los festejos por el Mundial de fútbol de 2018, lo que contrasta con la rebelión violenta de 2005.
Los miserables (2019) es una obra sólida que invita al debate, vigente desde hace siglos sobre el límite que se coloca (o no) a los marginados sociales cuando se levantan contra el Estado que los dejó afuera. Justamente lo mismo que planteaba Víctor Hugo. El activismo de Ldj Ly se encuentra en cada minuto de metraje, denunciando la opresión del Estado a los menos favorecidos.