Es cine social y, como tal, Ladj Ly le impronta a su largometraje un mensaje político. Por más de que muchos solamente vean en Los miserables un thriller, que también lo es.
Cada uno elige ver lo que quiere.
Ganadora reciente del César -el premio que entrega la Academia de cine francés- a la mejor película, Los miserables nació como un cortometraje que este nacido en Malí estrenó en 2017. Y dos años más tarde, con el mismo terceto protagónico, la presentó en competencia por la Palma de Oro en el Festival de Cannes, donde se llevó en mayo el Premio del Jurado.
Son tres policías, uno de ellos, recién llegado al distrito de la comunidad de Montfermeil, en París. Sí: allí mismo donde transcurría gran parte de Los Miserables de Víctor Hugo es donde el realizador vivió su infancia y juventud, y fue testigo de la violencia. Y no ha cambiado tanto des entonces: quienes viven por allí no tienen las condiciones de vida muy satisfechas, por lo que aquellas semillas de la Revolución que alteró el orden francés, siguen más que en estado latente.
La película no toma ni siquiera 48 horas. Stéphane (Damien Bonnard, uno de los soldados franceses en Dunkerque) es el policía recién llegado, quien tendrá una suerte de Día de entrenamiento en el que descubrirá cómo sus compañeros se manejan, dentro de la corrupción, el racismo, el temor y la solidaridad entre la fuerza policíaca. Stéphane, tal vez por ser el novato, sería el único moralmente limpio.
La brutalidad policial está al orden del día, y un hecho que no puede decirse que sea aislado, desemboca en un conflicto que es más que una bomba a punto de estallar.
¿O acaso las imágenes documentales de la celebración por la obtención del Mundial de Fútbol de 2018 no sirven de excusa, de trasfondo, de una sociedad dividida que solamente podría amalgamarse en una gesta triunfalista?
Porque cuando terminen los festejos, cada uno volverá a lo suyo, y muchos de esos jóvenes deberán encarar el enfrentamiento entre la policía y quienes desean manejar los destinos de su barrio como si se tratara de una lucha urbana.
Tal vez porque el director proviene del cine documental, y éste es su primer largometraje de ficción, o porque la desigualdad y la violencia en la sociedad francesa puede sacudir y movilizar desde la crudeza de las imágenes es que Los miserables recuerda, también, a El odio, de Mathieu Kassovitz (1995).
Como sea, en Los miserables Ladj Ly construyó un drama que por momentos quita la respiración, sofoca y causa sorpresa y estupor. Con cámara en mano, drones y en trípode, el director sujeta al espectador que teme que pase lo peor a la vuelta de cada toma.