A veces deslumbra, a veces agobia
Es algo larga y grandilocuente, pero supera dignamente la dificultad y el desafío de poner en pantalla una exitosa comedia musical. Y tiene un acabado de producción, un lujo visual y un despliegue de diseño que mejoran mucho su puntaje final. El denso y conocido relato combina sucesos históricos y drama personal en un escenario de revuelta donde el amor es una propuesta heroica y lo que sobran son pasiones e injusticias. La tragedia de ese pobre hombre que va a parar a la cárcel por robarse un pan, se articula en una historia de amor y unos pincelazos (muy artificiosos) sobre el clima revolucionario en la Francia del siglo XIX que apura la restauración de los borbones. El filme es la transcripción muy respetuosa y respetable del consagrado musical que lleva la firma de Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg. La realización de Hooper (el del “Discurso del rey”) apostó a la fidelidad: poner en pantalla el espíritu y los resortes de esta comedia y sumarle algo de cine: montaje ágil, movimientos de cámara muy cuidados, escenarios reconstruidos, aire y algunos efectos. Lo esencial del espectáculo siguen siendo sus inspiradas canciones y sus coreografías. Ellas le dan sustancia y acaban determinando el tono de una película de gran aliento, que debe vencer la resistencia que generan los filmes donde todo es cantado, que luce mejor al abordar las peripecias individuales que en el registro coral de los sucesos, pero que tiene un gran elenco, hermosos y tocantes momentos (conmueve Anne Hathaway al entonar, en un solo plano y con sonido directo, el hermoso “I dreamed a dream”) diálogos inspirados y magníficos temas musicales.