Alguien podría afirmar luego de leer estas líneas que su autor no adscribe al género musical en el cual se encuadra la producción británica de “Los miserables”, de corte netamente hollywoodense, que llega a nuestros cines. Nada más desacertado.
Precedida de varios premios, algunos justificados, como el que se le otorgo a Anne Hathaway por su composición del personaje de Fantine. Dirigida por Tom Hooper, ganador del Oscar 2011 con “El discurso del Rey”, tiene ocho nominaciones a los próximos premios que entregará la Academia de Hollywood.
Pero es un musical, y su principal pecado es que llega en un momento en que la música grandilocuente, pomposa, empática, se hace insoportable, muchas veces ayudado por interpretaciones vocales paupérrimas, tal el caso del muy buen actor Russell Crowe, en la piel del policía Javert, antagonista del héroe, que aquí carraspea más que canta. Un escalón más arriba aparece Hugh Jackman personificando a Valjean, el verdadero protagonista. Ellos son quienes transitan con sus vidas a lo largo de todo el relato.
La mencionada Anne Hathaway. y en menor medida, sólo por el tiempo en pantalla, la siempre sorprendente Amanda Seyfried, personificando a Cosette, la hija de Fantine, son quienes levantan con sus interpretaciones la calidad del producto en cuanto a actuación bien secundados por un grupo de actores, la mayoría jóvenes, que dan con el tono y el registro que el drama necesita.
Por supuesto que la producción denota con la puesta en escena, el diseño de arte, escenografía y vestuario, una recreación de época impecable, una excelencia exacerbada por la muy buena fotografía e iluminación. Esto es, que en cuanto a producción es muy prolija y nada hay que no pueda ser calificado como superproducción, pues lo es y se nota.
El otro problema que se suscita es el abuso de planos cerrados sobre los protagonistas, situación que sólo puede ser disfrutada en una escena trabajada casi toda en un primer plano pero, claro está, sobre Anne Hathaway quien sostiene toda la escena. Es el cuadro musical más emotivo, donde todo esta puesto para el lucimiento de la actriz y ella no lo desaprovechó. Lo demás transita entre primeros planos, planos medios y planos generales cortos muy cerrados y temporalmente largos, que producen hastío.
Pero estos rubros, tanto técnicos como artísticos, quedan relegados a un segundo lugar, y no pueden ejercer una influencia definitiva sobre el producto terminado, pues lo que falla es aquello que debería constituirlo para atrapar al espectador, lo ya referido a una música empalagosa y algunas interpretaciones.
Convengamos que dura dos horas treinta y siete minutos, casi no hay diálogos, todo es cantado, difícil de continuar con la ilación dialogística entre los personajes, y esta cuestión asimismo atenta contra la posibilidad de mantener la atención constante del espectador.
En realidad, y agrego algo demasiado personal, lo que más me subleva de la versión musical de la novela de Víctor Hugo es la tergiversación en cuanto a los conceptos que articulaba el gran autor francés, donde claramente los temas que exponía eran el bien y el mal, la injusticia ejercida por aquellos de los que imparten la ley, la política, la ética, la moral, la religión, poniéndose claramente en contra de los castigos desmedidos, en contra de la pena de muerte, y realizaba una radiografía exhaustiva de la sociedad francesa de esos años.
“Los miserables” para Hugo no estaban determinados por su condición social, no lo establecia a partir de la pobreza, del hambre, o la miseria, sino por los actos. Eran, a mi entender del texto original, los inmisericordiosos, los que hacen alarde del poder, ya sea policial o económico, los egoístas, los envidiosos, hasta coloca en esa categoría a los lacayos del poder instituido, aquellos que delatan a los de su misma condición por agraciarse con el poderoso, ya sea el dueño de una fábrica con pautas legales injustas o un policía impiadoso.
En esta traslación, o adaptación, llámela como quiera, da vuelta los conceptos y pone en categoría de miserables a los que se sublevan, a los pobres, a los que alguna vez fueron castigados desmedidamente y cargan con la marca, pero que intentan escaparle a su predestinación. De esta manera suicidan el alma de la novela, y esto, no importa si es una adaptación del musical, su origen es literario, y esta dicho en la película.