Les Misérables es un drama musical que tiene la característica de vivir a pleno todas las emociones que atraviesan a los personajes; dichos personajes a través del marco narrativo le hacen honor al título y son empujados hacia sus límites más bajos, experimentan el amor a primera vista, sacrifican sus vidas por una revolución popular, se pasan décadas en búsqueda de justicia y creen que sus acciones son ordenadas por Dios. El desafío de adaptar un libro convertido en obra de teatro muy bien reconocidos ambos le pareció conveniente y posible a Tom Hooper, radiante después de su premio Oscar por The King's Speech. El resultado final es una obra épica y colosal que lleva al espectador a un viaje en donde reina los sueños, la esperanza y el amor, y la constante lucha por los mismos.
Con una estruendosa introducción que orgullosamente anuncia las intenciones a gran escala que posee, Les Mis presenta al casi pelado y escuálido antihéroe Jean Valjean, uno de los muchos prisioneros tirando de un enorme barco para hacerlo entrar al puerto mientras el villano justiciero Javert los observa desde arriba. A partir de ese momento es que los números musicales comienzan y la historia de estas dos almas se verá entrecruzada a lo largo de varios años de diferentes maneras.
La línea narrativa del film bien puede dividirse en dos partes, antes de 1832 y durante la Revolución de París. Ambos bloques cuentan el alzamiento y caída de Valjean, y la posterior persecución durante los conflictos sociales en París que lo tienen como personaje secundario mientras la juventud parisina se rebela contra la monarquía reinante. Dichos segmentos se sienten como historias diferentes con algunos personajes como nexos; la primera parte es la más solida de las dos, donde las emociones se perciben más honestas y personales mientras que vemos a Valjean, Fantine y la joven Cosette atravesando un sinfín de vicisitudes con el poder de la piedad y la gracia. La segunda sección ofrece problemas cuando los jóvenes revolucionarios se presentan en escena con los jóvenes Marius (Eddie Redmayne) y Enjolras(un fantástico Aaron Tveit), el pequeño Gavroche y la damisela Eponine (la ascendente Samantha Barks, que con su On My Own nos deja helados en su repetición del mismo papel que la encumbró en teatro), quien está profundamente enamorada de Marius. Las emociones que empujan a este pequeño grupo no se sienten tan sólidas como las del primer grupo de personajes, ya que la historia elige apurar los enfrentamientos bélicos y los amores a primera vista de manera atolondrada. No hay que entrar en pánico, ya que para el final de la cinta, todas las pequeñas trabas en la historia quedan satisfactoriamente cerradas y la escena final le da el toque perfecto a esta penosa pero hermosa fábula parisina.
Todos los actores cantaron en vivo mientras la película se filmaba, en contraste a pregrabar las canciones y hacer la mímica correspondiente en escena, lo que le da un aspecto diferente al film, ya que un par de personajes se destacan por encima de otros que encuentran su voz durante la filmación. Sin embargo, hay ciertos momentos donde Hugh Jackman o Anne Hathaway (en los mejores papeles de sus carreras) se tambalean un poco y se traban, lo que añade una capa de profundidad y pasión a sus caracterizaciones, un halo de realismo captado perfectamente en cámara. Hathaway, como era de esperarse, brilla en sus momentos en pantalla, dándole al personaje una de las encarnaciones más frágiles y desesperadas que se hayan visto. Hooper, consciente del poderío tanto vocal como emocional de la actriz, elige desproveer al mayor número de Fantine, la canción I Dreamed A Dream, de cualquier música incidental o sonido, logrando que su voz y la emoción se traguen a la sala entera en un silencio tan conmovedor como aplastante. Quizás el protagonista que ha generado más controversia es el Javert de Russell Crowe: a ojos vista está claro que Crowe no está a la altura de sus compañeros, pero su labor no aplasta ni ensombrece a nadie más que su propio inspector.
Apenas hay momentos en los que los diálogos no sean cantados o en los que la música no ocupe un lugar de fondo. Para aquello no familiarizados con la obra teatral, la música cuenta la historia en todo tipo de niveles. Cuando un personaje siente cualquier emoción que se le cruza por el cuerpo, la misma será cantada con afección y pasión; si alguno debe tomar una decisión, la letra de su canción será la que revele el plan a seguir. Si lo antes mencionado suena a algo que el espectador no pueda tolerar por más de dos horas y media, no hay razon entonces para disfrutar de Les Misérables en una sala de cine. En cambio, los seguidores de esta enardecida y explosiva historia de Victor Hugo se verán recompensados por una película enorme que es imposible que no deje huella en el corazón de cada uno con cualquiera de los temas que interpreta un elenco entregado en alma y corazón a sus personajes.