Emoción hasta las lágrimas, magia pura que sale de la pantalla y ganas de aplaudir de forma desmesurada. Esas son algunas de las palabras que podrían describir esta adaptación de Los Miserables si hubiera que sintetizar.
Dicho esto hay que hacer una solo aclaración: este es un film musical al cien por ciento y por lo tanto no es apto para los detractores de este género. Es más, nos encontramos ante una adecuación del famoso musical de Broadway donde suenan los hits conocidos por muchos (incluso sin haber visto la obra) y no frente al traspaso literal de la novela escrita por Victor Hugo.
Algunos podrán odiar esto último y está bien que así sea, gustos son gustos, pero si eso no es una traba solo queda reclinarse en la butaca y disfrutar las casi tres horas de puro arte cinematográfico.
El director Tom Hooper, injusto ganador del Oscar por el bodrio El Discurso del Rey (febrero de 2011 en Argentina), logra crear una atmósfera tan fantástica que hace que los que odiaron la tediosa película que parecía la secuela del El paciente ingles (1996), otro gran bodrio, lo perdonen.
Aquí utiliza todos los elementos necesarios para que la cinta sea sublime. De ese modo es que una fotografía maravillosa logra transportar al espectador a través de las calles revolucionadas de Francia del Siglo XIX.
Planos generales para situar, primeros planos para fijar emoción y planos-detalle para terminar de inmiscuirnos y comprometernos con las sufridas vidas de los protagonistas, se encuentran de forma tan cuidada que ni hasta el más quisquilloso puede objetar.
Ahora bien, lo rico y deslumbrante de esta cinta son las interpretaciones porque nos encontramos con caras conocidísimas que han descollado en otros géneros y aquí redoblan la apuesta de tal modo que parecería que alcanzaron un grado más en lo que ser estrellas de Hollywood refiere.
El Jean Valjean de Hugh Jackman deja sin aliento desde la primera escena en donde lo vemos como preso y le estallan los ojos hasta sus escenas finales donde logra asombrar con una voz bien entrenada, fruto de sus años de comedia musical en Australia.
La que en un momento lo acompañó en un exquisito número musical en la mejor entrega de los premios Oscars de los últimos tiempos (la de 2009), Anne Hathaway, vuelve a ser su dupla.
Su performance es digna de todos los elogios que está recibiendo y de más también. La parte en la que canta I Dreamed a Dream es una de las mejores escenas en la historia de los musicales en el cine.
Tal vez es Russell Crowe el que desentona un poco si analizamos su cantar, pero compensa por carisma y el gran porte que lo caracteriza.
Amanda Seyfried, otra que tampoco era ajena a este género, emboba con su belleza y sentimiento. Genera empatía inmediata y enamoramiento, de la misma manera en la cual lo hace uno de los hallazgos de este film: la joven actriz Isabelle Allen que interpreta al mismo personaje pero de niña.
Y si de sorpresas hablamos, hay una escena que se roba la película también en el cuerpo (y voz) de una desconocida. Se trata de Samanta Barks, quien ya había interpretado a la mítica Eponine en una producción especial por el 25 aniversario de la obra de Broadway. Aquí parece que el mundo se para cuando canta el solo On my own.
Por otro lado, en la beta humorística nos encontramos con los geniales Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter.
Completa el elenco Eddie Redmayne, a quien conocimos en Mi semana con Marilyn (2011). Aquí podemos ver más de su talento acompañando a decenas de otros cantantes poseedores de una formación impresionante.
La conjunción de todos estos actores dentro de coreografías espléndidas y solos desgarradores, acompañando un guión inobjetable dentro del lenguaje musical y una puesta en escena de primer nivel, hace que Los Miserables sea una joya y una nueva forma para disfrutar de este clásico eterno