- ¡Derribaremos el teatro, nos quedaremos con los nombres de los personajes, y nos haremos millonarios con el petróleo que saquemos de las profundidades!. ¡Ahora ha llegado el momento de la risa diabólica! -
A mediados de los años 50 Jim Henson creó a Los Muppets - un espectáculo de títeres basados en un humor muy inteligente y surrealista -, y muy pronto comenzó una lenta pero inexorable escalada hacia la fama. No sólo el público se enganchó con la comicidad de los personajes, sino también con los muñecos cada vez más complejos e impresionantes que Henson comenzó a incorporar al show. En los 70s Los Muppets tuvieron su propio programa de televisión, y comenzaron a incursionar en la pantalla grande; pero en los 80 su fama empezó a menguar y el golpe de gracia vino en 1990, con el fallecimiento de su creador. Y aunque Brian Henson tomó la posta de su padre, Los Muppets nunca terminaron por recuperar el brillo que los hiciera famosos, culminando por ser absorbidos por la Disney en el 2004.
Entra Jason Segel en escena. Segel es una estrella en ascenso - es un comediante bastante competente pero su fuerte son los guiones que escribe, los cuales se han traducido en filmes con buena taquilla y crítica respetable -, y un fan de Los Muppets desde que era niño. Durante el rodaje de Olvidando a Sarah Marshall entró en contacto con la gente de la Jim Henson Company (precisamente para el climax del film, en donde Segel monta toda una obra con marionetas) y, al quedar fascinado con el manejo de los títeres, pronto comenzó a discutir ideas con ellos. Esto lo animó a presentar un libreto a la Disney - con la intención de resucitar a Los Muppets en una nueva aventura para la pantalla grande -, el cual era muy respetuoso de la esencia de los personajes y del humor que Henson le había inyectado al show. La Disney terminó por darle luz verde al proyecto, y esto se tradujo en el filme que ahora reseñamos.
Ciertamente yo era un fan del show televisivo de los años 70, no tan así de los filmes. Siempre me pareció que el espíritu de Los Muppets yace en la comedia de situaciones, en los sketches, y no en protagonizar una larga trama con desarrollo. Sin embargo la catarata de críticas favorables me indujo a ver Los Muppets 2011, y comprobar qué tanto era de cierto todo lo bueno que contaban. Las buenas nuevas es que las críticas no mienten: la película es buena y divertida y, sobre todo, respetuosa al máximo de la mitología Muppet. No sólo se reconstruye perfectamente la mecánica del show, sino que se rememora los momentos más inolvidables del mismo y, en medio de todo esto, da tiempo para desarrollar una historia que resulta emocionante aunque no sea demasiado original.
En el fondo, Los Muppets no es más que un reciclado de un argumento visto miles de veces antes - que va desde Los Blues Brothers hasta la inminente Los Tres Chiflados de los hermanos Farrelly -, y que se trata de salvar al teatro / cine / orfanato de turno de las garras del villano millonario, recaudando en tiempo record una cantidad imposible de dólares. Lo que sigue es el viaje de reclutamiento - viendo a dónde fueron a parar y en qué estado están los antiguos miembros de la banda -, y la correría a último minuto para montar el show y llegar sobre la hora con los dólares justos.
Los Muppets es muy graciosa. Los personajes no han cambiado un ápice su personalidad, y el humor es inteligente y autorreferencial. Los caracteres bromean sobre sí mismos, sobre el hecho de estar en una película - "chicos, no creo que el resto de los Muppets quiera reunirse" dice René, a lo que conteste Amy Adams "guau, esta va a ser una película realmente muy corta"; o "discúlpame que llegue tarde, pero acabo de protagonizar un número musical allá afuera" -, y sobre las convenciones de esta clase de películas. Y mientras los buenos se rompen el lomo para hacer las cosas bien, están los villanos tramando para arruinarle los planes. La nota sorpresa la da Chris Cooper, quien se roba todas las escenas en donde participa - rapeando, bardeando a sus torpes secuaces o planeando maldades -.
Un detalle curioso y casi surrealista es ver una dupla de hermanos en donde uno es humano y el otro Muppet. Si uno quiere, se puede ver toda la historia como una alegoría sobre poseer un hermano "diferente" - discapacitado, adoptado y perteneciente a otra raza, gay... pongan ustedes el nombre -, en donde el hermano "normal" siempre se esfuerza para que el otro sea aceptado en círculos que normalmente lo discriminarían. Hasta el climax tiene ese sabor a asimilación y redención - gracias a su hermano, el "diferente" ha encontrado a sus pares y ha podido hallar el lugar en donde sentirse normal -.
Si hay algo para reprochar, es que a veces hay demasiadas canciones seguidas. Sin dudas el tema "Hombre o Muppet" es delicioso, pero antes de él hay una tonelada de tonadas simpáticas que resultan demasiado largas y no muy memorables que digamos. Y si bien las estrellas son los Muppets, uno siente que Amy Adams o el mismo Jason Segel deberían tener un poco más de espacio en pantalla para poder desarrollar mejor su historia personal. Pero, dejando de lado eso, los personajes entrañables están, el humor que los caracterizaba está, los cameos de celebridades están, y hasta están las reediciones de viejos y grandes éxitos como el Mah Na Mah Ná, con lo cual Los Muppets 2011 terminan por convertirse en una fiesta para aquellos fans del viejo show, gente como yo que pinta alguna que otra cana y que se divertía como un descocido viendo las ocurrencias de la rana René y sus amigos en la TV cuando éramos chicos.