Hay una escena de Los Muppets que regresa con insistencia a mi cabeza. Un chirrido. Llega antes por los oídos que por los ojos. Es el momento en el cual Gary, Mary, Walter y René inician la búsqueda de los Muppets. Están en el auto y el robot que oficia de chofer propone localizar a los personajes mediante su módem. Ahí se escucha el típico sonido de la conexión por dial-up: primero el marcado de los dígitos y luego ese ruido estrambótico y agudo que hoy resulta insoportable, tanto que los protagonistas del film se tapan los oídos deseando que el martirio se acabe.
El gag funciona, es breve y prácticamente anecdótico dentro del conjunto del relato. Pero nada se le escapa al guión de Jason Segel y Nicholas Stoller. La escena es otro comentario sobre uno de los temas de film: el paso del tiempo (lo que fuimos, y lo que decidimos hacer con el tiempo que nos queda). Pensar que hace unos diez años el dial-up aún representaba la puerta hacia una aventura fascinante: Internet, el nuevo mundo. Ansiábamos ese chirrido revolucionario. Aunque el dial-up aún exista como posibilidad, sabemos que ha perdido terreno y el chiste del film nos confirma que todos ya estamos habituados a otra lógica. Me pregunto si no será que nos adaptamos con excesiva facilidad a lo nuevo (lo cómodo), al punto tal de parecer ingratos, de no poder reconocer aquello que nos cambió la vida apenas unos años atrás. Será que no vivimos los avances tecnología en su verdadera dimensión emancipadora sino como un mero imperativo de consumo por el cual todo se vuelve una carrera de descartes y remplazos. Y eso que Los Muppets no es una película nostálgica. No postula que el pasado fue mejor. Tal vez, simplemente, nos plantea si no nos hemos acostumbrados a olvidarnos demasiado pronto de ciertas cuestiones fundamentales.