El regreso de los muñecos más locos de la pantalla
La película está claramente apuntada hacia los sentimientos de esa legión de seguidores y de admiradores de los muñecos que creó Jim Henson hace casi medio siglo y que acompañaron la niñez de un par de generaciones a través de la popularidad que se ganaron gracias a su enorme simpatía, su desfachatez y su locura. El principal acierto del director James Bobin (un experimentado realizador de series televisivas) y del guionista (y actor) Jason Segel es el tono que decidieron darle a la realización. La estructura de comedia musical tradicional con permanentes toques de humor permite que la natural simpatía de los muñecos se adueñe de la película. Los personajes humanos están deliberadamente concebidos como estereotipos, precisamente para que el relato funcione sin inconvenientes al despegarlo abiertamente de la realidad. Si se tiene en cuenta que el personaje de Segel es hermano de un muñeco (Walter, fanático de Los Muppets y, obviamente, futuro integrante de la troupe) y que esto es absolutamente natural, los códigos de la película quedan claramente establecidos desde el comienzo. Y hay también frecuentes quiebres como para que el espectador siempre sea consciente del mundo de ficción que se le presenta en la pantalla (Segel dice en un momento "es así, acabo de cantar una canción al respecto", con toda naturalidad).
El plato fuerte de la película son Los Muppets. Vuelven a brillar con toda intensidad en la pantalla las características que hicieron inolvidables a personajes como la rana René (ahora se llama Kermit), Miss Piggy (con una excelente secuencia de presentación en París), Fozzie (o el Oso Figaredo), Gonzo (convertido en un exitoso industrial), Animal y su pasión por la batería, y tantos otros. Y, como ocurriera en cada uno de los shows que animaron en la televisión, en cada aparición los muñecos llenan la pantalla con su locura y su desfachatez. El tono de la película está tan bien logrado que aún las escenas más inverosímiles logran sortear sin inconvenientes la tremenda posibilidad de caer en el ridículo. Y, como suele ocurrir en este tipo de filmes, el desfile de figuras que hacen "cameos" es incesante.
Un consejo: vale la pena llegar en horario a la función, porque se proyecta un corto de Pixar con los personajes de "Toy Story" que -como siempre- no tiene desperdicio.