LOS VIEJOS MUTANTES
Por Rodrigo Seijas
(@funcinemamdq)
El estreno tardío -que perfectamente podría haber sido en Disney Plus, al igual que Artemis Fowl: el mundo subterráneo y Mulán– de Los nuevos mutantes solo sirve como confirmación de que el mundo de los X-Men pergeñado por 20th Century Fox ya estaba ciertamente agotado. La fusión con Disney apenas vino a ratificar lo que ya quedaba claro en esa deshilachada película que era X-Men: Dark Phoenix. La clausura a ese universo ya se había dado en la estupenda Logan y las dos entregas de Deadpool constituían una cristalización paródica que ya había mostrado sus límites a partir de su autoindulgencia.
La propuesta, o más bien el conjunto de intenciones de Los nuevos mutantes (al menos desde los trailers), pasa por el lado del terror, o por lo menos de un suspenso vinculado con ese género. Y lo cierto es que los primeros minutos parecen apuntar en la dirección correcta, con una joven llamada Dani Moonstar (Blu Hunt) siendo despertada de urgencia por su padre. El pueblo donde viven es atacado por una fuerza extraña, a la que nunca se ve, pero que se percibe arrasadora y que también se lleva a su progenitor. Luego Dani despierta en una especie de instituto y le informan que es una mutante a la cual hay que enseñarle cómo controlar sus poderes y sus efectos potencialmente destructivos. En esa instalación secreta y aislada del resto del mundo hay otros cuatro jóvenes mutantes: Rahne Sinclair (Maisie Williams), Illyana Rasputin (Anya Taylor-Joy), Sam Guthrie (Charlie Heaton) y Roberto da Costa (Henry Zaga). Y a todos ellos los supervisa la -supuestamente- enigmática Doctora Reyes (Alice Braga). Decimos “supuestamente” porque los intentos de la película de brindarle un aura misteriosa a ese personaje fracasan por completo.
Es que, si esos minutos iniciales trágicos y destructivos generan algo de esperanza, ya a partir de la llegada al instituto todo empieza a ser esquemático, derivativo, predecible y definitivamente aburrido. En la película de Josh Boone hay una pretensión de unir el relato de crecimiento, aprendizaje y amistad con los thrillers de horror, con el mundo de los X-Men (que incluye héroes, villanos y corporaciones maquiavélicas) como telón de fondo; una especie de combinación de El club de los cinco, IT y X-Men: Primera Generación, para resumirlo de manera simple. Pero ninguna de esas partes funciona por dos razones elementales y a la vez imprescindibles en cualquier clase de película. En primer lugar, el conflicto central desarrollado se agota antes de la primera hora, a tal punto que el film dura algo más de 90 minutos y sin embargo se siente estirado, incluso aburrido, sin capacidad de sorpresa o misterio (hay giros que se ven venir a kilómetros de distancia). En segundo lugar, ninguno de los personajes es mínimamente atractivo y hasta rozan el inverosímil: para tomar solo un par de ejemplos, si Illyana compite por el puesto de más insoportable del año; Reyes solo nos hace preguntarnos por qué demonios ella está sola manejando todo.
Si el claro objetivo de Los nuevos mutantes era ser el puntapié inicial para una nueva franquicia, además de explorar otras tonalidades estéticas y genéricas dentro del cine de superhéroes, su escasez de ideas la conduce a resultados totalmente opuestos a los buscados. No hay nada renovador o mínimamente original, apenas una sucesión inocua de estereotipos y algún que otro apunte pretendidamente feminista que no pasa del mero gesto para la tribuna. De ahí que sea un film que, recién estrenado, luce totalmente avejentado y condenado a un olvido casi inmediato.