Fernando Sandro (El Espectador Avezado):
Miguel Mirra, reconocido documentalista de amplia trayectoria, ha demostrado en varias oportunidades tener buen ojo para captar “hechos sociales” con armoniosa sensibilidad.
A lo largo de su filmografía podemos encontrarnos con retratos personales como el de Norita, Nora Cortiñas; y documentales de denuncia como Darío Santillán, Cantata de la tierra nuestra, y principalmente Los ojos cerrados de América Latina.
Justamente de este último, llega hoy una secuela, o la culminación de un bloque,. Algo no muy frecuente en el mundo de los documentales, pero con antecedentes cercanos como los últimos films de Pino Solanas.
Entonces, es imposible hablar de "Los ojos abiertos de América Latina" sin referirnos a "Los ojos cerrados...". En aquél, producido en 2008 y estrenado en 2011 se denunciaba el avasallamiento de empresas multinacionales sobre los países menos favorecidos (siempre en Latinoamérica, por supuesto) que veían a sus habitantes originarios arrasados de sus tierras en pos de una ganancia sin límites ni escrúpulos.
Contaminación, trabajo esclavo, tierras inutilizables, depredación de recursos naturales; todos acontecimientos atroces frente a un pueblo indefenso, que no era escuchado ni por las empresas, ni por los gobernantes, ni por sus propios con-ciudadanos de clases más altas.
En esta “segunda entrega” veremos cómo el pueblo dice basta. Continúa la denuncia sobre los hechos de devastación, pero el foco está en cómo los habitantes de esas tierras se unen, se organizan para enfrentar esta situación. Protestas, reclamos legales, varios canales, para que su voz sea escuchada.
Al igual que en "Los ojos cerrados...", Mirra apunta a un tono didáctico y de documental clásico; es una voz, un canal extra para que esas voces sean escuchadas.
Se recorre gran parte de Latinoamérica a lo largo y a lo ancho del continente y se recogen testimonios y arrojan datos para el conocimiento del espectador.
Por supuesto, la visión aquí es más optimista que en la primer entrega, se nos demuestra que no todo está perdido, que no está muerto quién pelea; por ese sólo hecho es un complemento ideal.
Los ojos abiertos de América Latina nos muestra hasta cuánto un pueblo puede ser empujado, cuánto puede soportar hasta hacer que su voz sea escuchada, cómo sea. Es un llamado a la conciencia, y eso de por sí, es un mérito para el director.
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