La historia de amor de América Scarfó y Severino Di Giovanni
El documental “Los ojos de América” aporta datos poco conocidos sobre el romance de una joven de 16 años con el legendario Di Giovanni.
Los padres, tanos trabajadores, le pusieron América porque era la primera hija nacida en estas tierras. Josefina América. Todavía niña, recitaba los textos de Bakunin que le pasaban sus hermanos mayores. Un día los padres le alquilaron la pieza del fondo a otro laburante italiano con su mujer e hijos, compañero de ideales de los hermanos. Ella, de sólo 14 años, se enamoró y empezó a buscarlo. El problema es que la Policía también había empezado a buscarlo.
Secreto, desafiante y rápido fue el romance de América Scarfó y Severino Di Giovanni, émulo de Al Capone según los diarios, delincuente vulgar según los anarcosindicalistas, ácrata culpable de varios asaltos y unas cuantas bombas en lugares públicos, que causaron un total de ocho muertes y veintenas de heridos, según la Policía. "Nuestra dinamita purificará los lugares que la maldita casta del dólar ha apestado", escribía él mismo en "Cúlmine", y no eran sólo palabras. "El idealista de la violencia", le dicen ahora.
Cuando la pareja empezó a rendir "un culto libre al amor", según expresión de la enamorada, ella tenía 16 y él 26 años. Cuando lo fusilaron en la cárcel de Las Heras (la misma donde en 1956 fusilaron al general Juan José Valle y sus compañeros), ella recién andaba por los 18. Al día siguiente caía su hermano, Paulino Scarfó, compinche del terrorista según los prontuarios, o un tipo calmo, difusor de la sana alimentación entre la clase obrera, según otros recuerdan.
El documental de Daiana Rosenfeld y Aníbal Garisto que ahora vemos cuenta esa historia, con alternancia de fotos, recortes de diarios diversos, dos testigos de la vejez (la amiga Marina Legaz Bursuk y el historiador Osvaldo Bayer), y voces doloridas leyendo los recuerdos de ella, y el testamento y las cartas de amor de él, con una música melancólica de fondo. Se agregan datos poco difundidos: la relación posterior de América con la viuda legal y sus hijos, el trabajo de secretaria en "Crítica" gracias a la esposa del dueño, el matrimonio con el fundador de la editorial Americalee, de quien quedó viuda a los 42 años, los estudios universitarios en la madurez.
No se agregan los trámites de Osvaldo Bayer para que le fueran restituidas las antedichas cartas de amor, que había encontrado en el Museo Policial, ni la ayuda que le brindaron en ese sentido Miguel Unamuno y Carlos Corach, pero en cambio aparece la propia América, ya grande, aceptando con firme arrogancia la devolución de sus cartas. Ella ya tenía 86 años cuando volvió a leerlas, y él era leyenda.