Se prende la pantalla y el primer plano de unos ojos nos recibe. “¿Siempre te los maquillaste así?”, le preguntan a Tammy Faye, interpretada por la gigante Jessica Chastain (La hora más oscura). A partir de allí, la historia nos conduce hacía unas décadas atrás: estaremos en presencia del primer encuentro entre Tammy y Jim Bakker, una de las parejas más emblemáticas y controvertidas de la televisión evangelista. Desde ese momento, sus vidas cambiarán para siempre. Los límites morales se confunden y la creencia se vuelve tan misteriosa como hipócrita.
Los ojos de Tammy Faye (The eyes of Tammy Faye, 2021) es la nueva película de Michael Showalter, aquel director que nos deslumbró con la brillante comedia La gran enfermedad del amor (The Big Sick, 2017). Alejándose un poco del humor, se sumerge en un drama que combina cuestiones religiosas, éticas y amorosas. Con el maquillaje como protagonista, el film carece de profundidad y de herramientas para conectar. Sin poder humanizar a los personajes, los puntos más altos, y por los cuales vale la pena el visionado, son la interpretación de su protagonista, el vestuario y el diseño de los escenarios.
Lágrimas. Gritos. Risas. Una voz que se adapta al rol y a las circunstancias. Jessica Chastain conmueve demostrando una vez más que es una de las mejores actrices de su generación. El peso de la película recae en sus hombros y ella, a través de su sello, nos regala un personaje repleto de contradicciones, aristas y emociones. Se ama y se odia al mismo tiempo. Sufre y sonríe a la vez. El maquillaje no la aprisiona. Chastain pone todo sobre la mesa, canta (literal) y da en la nota. Por el lado de Jim, Andrew Garfield (Tick Tick Boom!) no encuentra el registro adecuado y, entre subidas y bajadas, queda postergado (y pintado) a su lado.
Con una nominación a los próximos Premios Óscar (Mejor Actriz Protagonista), Los ojos de Tammy Faye peca en querer convertirse en una biopic amable deseosa de salir de esquema: su aspecto camaleónico no puede sacarla de lo común. Extensa por demás, lineal, pero por momentos dulce y divertida, la obra será recordada como “esa que, aunque esté súper caracterizada, Jessica Chastain otra vez la rompe”.