Las biopics, se sabe, suelen contar con un amplio respaldo de los electores de los distintos premios que se entregan durante la temporada de alfombras rojas de Hollywood. Eso explica la presencia de Rey Richard: una familia ganadora entre las diez elegidas para competir por el Oscar a Mejor Película, así como también las nominaciones para Nicole Kidman y Javier Bardem por Todo sobre los Ricardo / Being the Ricardos. El tercer eslabón de este año es Los ojos de Tammy Faye, una película que recorre la historia de ascenso, descenso y posterior redención de la mujer del título.
Es muy probable que su nombre signifique poco en este rincón del mundo, pero Faye y su marido Jim Bakker fueron lo que durante los créditos iniciales alguien llama “la Barbie y el Ken del teleevangelismo”. Fue gracias a su muy popular programa primero, que luego devino en cadena televisiva de alcance nacional, en el que mezclaban partes iguales de prédica y show, que se convirtieron en auténticas estrellas de la pantalla chica estadounidense.
Pero tras bambalinas la cosa fue muy distinta, pues en un momento Faye se interesó por las minorías en general y la comunidad LGBT en particular, un pecado mortal -más aún en un contexto donde arreciaba el SIDA- para los fanáticos de la Biblia, como bien señala el pastor interpretado con su habitual prestancia por ese secundario notable que es Vincent D'Onofrio.
A diferencia de Todo sobre los Ricardo / Being the Ricardos, que retrataba con fiereza el combate contra el statu quo de la pareja detrás de Yo amo a Lucy, todo en Los ojos de Tammy Faye luce desganado y vaciado de cualquier atisbo de vuelo artístico o sorpresa. El Bakker a cargo de Andrew Gardfield nunca llega a las alturas de la ambigüedad que ese león disfrazado de cordero pedía, al tiempo que Jessica Chastain –irreconocible bajo una capa de maquillaje más gruesa que la de Mirtha Legrand– apuesta por una recreación mimética de Faye. Y mimetismo, en términos de Oscar, implica tener media estatuilla en el bolsillo.