“Los ojos de Tammy Faye” de Michael Showalter. Crítica.
Una biopic del montón.
Francisco Mendes Moas Hace 2 días 0 11
Dependiendo de la edad que tengan los lectores, tal vez algún día se puedan haber cruzado con “El club de los 700” en la televisión. Un talk show evangelista de los Estados Unidos. Aunque, para ser sincero, este es un dato tangencial a la película que hoy nos convoca. “Los ojos de Tammy Faye” dirigida por Michael Showalter, llega este jueves 24 de marzo a las salas de cine. Protagonizada por Jessica Chastain y Andrew Garfield, además de la participación, no menor, de Vincent D’Onofrio.
Durante la década de los 70’s y 80’s la pareja de telepredicadores, conformada por Tammy Faye Bakker y Jim Bakker, construyeron un imperio. Su programa llevaba mensajes de aceptación y amor a más de 20 millones de telespectadores por día. Pero Tammy además de ser recordada por su voz angelical y su exuberante maquilla, pasó a la historia por la estrepitosa caída del show que conducía con su marido. Las irregularidades financieras y la competencia por parte del sector más conservador del credo, significó el fin de la fama para ambos.
Si bien, en un primer vistazo la temática de esta biopic pareciera ser altamente específica, apuntando a una región y religión en específico. Fue lo suficientemente impactante como para ser una noticia internacional y la película se encarga de brindarle al espectador la información necesaria para comprenderlo así. Empero, en lugar de contar los sucesos de manera objetiva, todas las decisiones tomadas que vemos en pantalla manifiestan lo que pareciera una expiación de culpas por parte de la protagonista. En más de una ocasión el audiovisual se encarga de dejar en claro que Tammy no sabía nada de lo que estaba pasando.
El punto de vista y la carga narrativa recaen sobre el personaje de Tammy, interpretado de manera correcta por Jessica Chastain. Lo cual genera que la trama por momentos pierda cualquier tipo de encanto que podría llegar a tener. Al igual que sucedía para ella, las decisiones financieras, los pactos, cualquier cosa que pudiera tener tintes oscuros no es negada o apenas vislumbramos pequeñas migajas. No así las inevitables consecuencias que la llevan a la ruina, ya que en este punto no hay barrera que detenga la marea de malas decisiones. La angelical inocencia de Tammy termina siendo su perdición.
Pues entonces, Jim Bakker es retratado de manera simple. Al menos como lo veía en cada momento su esposa Tammy. Toda su megalomanía, sus decisiones impulsivas no se ven reflejadas de manera interesante en la trama. Un enfoque que tal vez hubiera resultado beneficioso si se hubiera realizado de manera inversa. Decantando así, en que la película resulte tibia. Señala y apunta los delitos cometidos por la pareja, pero de una manera delicada y casi sin querer incriminar. Como si alguien, al momento de hacer la biopic, pidiera que los personajes no queden tan mal parados.
También hay algunas decisiones de caracterización que resultan poco beneficiosas para la producción. La innecesaria búsqueda por un semejante físico entre los actores y las personas reales a las que interpretan, lleva a Chastain y Garfield utilizar prótesis faciales durante toda la película. Las cuales por momentos quitan expresividad a sus rostros, generando algunas facciones antinaturales y rememorando a John Travolta en la última versión de “Hairspray”. Hollywood debería permitir a los espectadores llevar a cabo el pacto narrativo que lleve a entender que el actor interpreta a una persona de la vida real aunque no se parezca demasiado. O dejar de castear estrellas hegemónicas para hacer de gente común.
La búsqueda de Michael Showalter en “Los ojos de Tammy Faye”, se comprende, pero ya lo vimos realizado en muchas otras películas y con mejor tratamiento. Por otra parte, la duración del audiovisual no corresponde al de la trama, faltando la capacidad de condensación. Pero para quien no sepa nada sobre lo sucedido o sobre la televisación de la religión, es una buena fuente de información.