Nada nos puede pasar
El guion de Los olvidados, película dirigida por Nicolás y Luciano Onetti, fue el ganador del Primer Concurso de Cine de Género Fantástico organizado por el INCAA. Ya arrancaba su rodaje con un enorme voto de confianza. Un equipo documentalista, encabezado por el director que encarna Damian Dreizik, arriba a la localidad perdida de Epecuén, con intenciones de grabar una película sobre el desastre natural que dejó el pueblo bajo el agua allá por 1985. Pero se topan con un grupo de lugareños sádicos y desequilibrados, que terminan convirtiendo la empresa en una carnicería.
Una combi Volkswagen, inadecuada para el hostil terreno epecuense, transporta al equipo de rodaje interpretado por Agustín Pardella, Victorio D´Alessandro, Paula Brasca y Paula Sartor, además del mencionado Dreizik. Los acompaña una lugareña exiliada tras el desastre, interpretada por Victoria Maurette. En una estación de servicio en medio de la nada se cruzan con una extraña familia, compuesta por Mirta Busnelli, Chucho Fernandez y Germán Baudino. Es el primer contacto que los extranjeros tienen con lugareños, y es tan hostil como como el paraje mismo. Este primer encontronazo es solamente la punta del iceberg y terminan sumándose a una larga lista de personas atraídas por la locación y luego masacradas.
Los olvidados tiene varios puntos a destacar. En primer lugar la fotografía, de Facundo Nuble, premiada en el último Buenos Aires Rojo Sangre, que aprovecha las ruinas y las irregularidades del paisaje para pintarlo con colores y generar climas escalofriantes. Las actuaciones alcanzan un gran nivel, sobre todo Mirta Busnelli, que incluso ha sido distinguida en festivales: y es que es genial ver a una actriz que uno por lo general relaciona con la comedia componiendo a una mujer sucia y desalineada, terroríficamente fuera de sus cabales.
Con La masacre de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1977) o Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1982) como principales referencias, la película de los Onetti logra fusionar el subgénero del slasher a la idiosincrasia argentina integrando tanto en la trama como en la dirección de arte elementos que son 100% locales: un banderín de Chicago en el espejo retrovisor de la camioneta, la aparición recurrente de las empanadas o algunos rasgos del carácter de los personajes hacen de la historia algo tan nuestro como el mate.