Pasión por los clásicos
Ya se puede afirmar, sin ningún tipo de dudas ni miedo a sonar exagerado: el cine de género argentino está atravesando, sino la mejor, una de las mejores etapas de su historia.
Atrás quedaron los tiempos en los que se lo veía como un género menor, en los que “se podían dejar pasar determinados detalles” porque todo era más artesanal, y porque suponíamos que siempre se corría con desventaja y detrás de filmografías más fructuosas y géneros más favorecidos.
A fuerza de grandes talentos en todos los rubros y también de un esfuerzo de producción mayor, se cuenta en los últimos años con títulos que pueden ser considerados bisagra para las realizaciones a venir. Los olvidados puede ser uno de ellos.
Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, repartiéndose siempre la labor entre dirección y producción, considerándose un gran conjunto, vienen desde abajo hace años entregando una serie de películas que bien merecen mención.
Mientras lo tradicional es que se traslade el estilo de terror actual o el clásico slasher de los ’80, ellos tienen una gran experiencia dentro del mundo del giallo. Sonno Profondo y Francesca son de los mejores exponentes del cine de género argentino de los últimos diez años. Es evidente que su estilo es único y hasta, acá entre nosotros, ambas pueden ser consideradas mejores que algunas de las producciones recientes de los más encumbrados del subgénero, como Darío Argento.
Por eso sorprendió cuando para su tercer película, Los olvidados, eligieron apartarse del giallo para homenajear a otro estilo. Frente a los resultados podemos asegurar que los Onetti no perdieron ni su pasión por los clásicos del terror, ni menos su talento.
Donde todo comenzó
No, Los olvidados no es un film de terror del estilo de los ’80, con campamentos, un asesino enmascarado, adolescentes con las hormonas ardiendo y una lección moral encubierta. El slasher no nació con Halloween o Martes 13, y a esa época anterior se remonta la experiencia de Los olvidados pese a estar ubicada en tiempo y espacio en la actualidad.
Mucho se habló desde la presentación de proyecto (es ganadora del primer concurso de cine género fantástico organizado por el INCAA) de su similitud con El loco de la Motosierra (conocida popularmente como La Masacre de Texas) de Tobe Hooper. Sin embargo, habrá que decir que Los olvidados bebe de muchos otros lados, más que de la mencionada: hay mucho del estilo de La colina de los ojos malditos de Wes Craven, o de la fundacional 2000 maníacos de Herschell Gordon Lewis. Sí, los Onetti viajaron hasta los ’70, a los orígenes.
¿Es este parecido con un puñado de clásicos un inconveniente? No, porque si bien las comparaciones son odiosas pero ineludibles, habrá que reconocer que aporta mucho gusto local, y en la contienda no sale mal parada.
Carretera perdida
La Villa Epecuén es quizás uno de los parajes argentinos más extraños y particulares. Poseedora de un balneario que la hacía muy popular durante el verano; en 1985 sufrió la crecida de su lago salado, con la consecuente inundación que arrasó con todo el lugar, haciendo que todos los habitantes deban abandonar sus casas, levantando y sumergiendo varias construcciones, dejando solo ruinas y un agua crecida aún muchos años después.
Ahora Epecuén es un destino turístico pero fantasmagórico, para aquellos que opten por lo no tradicional.
Cinco jóvenes de entre veinte y treinta años (Paula Brasca, Victorio D’Alessandro, Paula Sartor, Agustín Perdella y Victoria Maurette) más un director (Damián Dreizik) se dirigen a este pueblo para filmar un ambicioso documental sobre su historia y la tragedia, en boca de una ex habitante (Maurette).
Todos transitan el desierto arriba de la típica combi, pero algo sucede. Deben hacer una parada y cargar nafta. Es allí cuando se cruzan con una particular familia. Lo que suceda de ahí en más será mejor apreciarlo en sala.
Nada como ir juntos a la par
A base de una estructura que lejos de huirle a los clichés los abraza y utiliza a su favor, Los olvidados es un gran homenaje a ese tipo de películas que hicieron grande al género.
No hay que confundirse. Los olvidados homenajea a los clásicos, pero no corre detrás de ellos. El cine de género fuera de Hollywood suele correr en esa vorágine de realizar imitaciones, de querer hacer en ese país lo que se hizo con gran éxito en EE.UU.
No, Los olvidados no es eso, básicamente porque una imitación siempre está a la sombra de lo que imita, y el film de los Onetti se pone a la par de ellos, tal como hacían a la hora de sus giallos.
Luego de los hitos de El Loco de la motosierra y La colina de los ojos malditos, subsiguieron muchísimos films que beben de ese estilo de terror de carretera; aún hasta el día de hoy siguen llegando. Los Olvidados se ubica muy cómodamente entre ellos, sin quedar despareja ni en inferioridad de condiciones. Es más, pueden observarse algunos detalles que nos llevan a un admirado realizador actual como Alexandré Ajá en sus mejores películas.
Más allá de algún problema de encuadre propio de una reconversión, y de algunos tramos en los que se dispersa, ningún detalle opaca la gran calidad técnica que presenta, ni al guion sencillo, directo al grano, sin inconvenientes.
Los olvidados matiza con humor y algunas escenas de incómodo naturalismo para bajar el frenesí constante, pero sin jamás perder el ritmo. Cada personaje cumple su función y tiene su momento. A los mencionados habrá que agregar a Gustavo Garzón como otro visitante con algo que revelar.
Rodada con tomas aéreas haciendo un gran aprovechamiento de la zona, y una fotografía de tonos verdes, azules y ocres sucios, el impacto visual es inmediato y podemos observar que estamos frente a algo mayor.
Los intérpretes representan todos con soltura y frescura cada uno de sus roles, con especial atención a Victoria Maurette que logra desplegar varias capas sin sentirse forzado.
Quienes se llevan las palmas serán Chucho Fernández (leé nuestra entrevista con él, ACA), Germán Baudino y Mirta Busnelli como esa familia que se negó a abandonar Epecuén y ahora persigue a cualquier visitante curioso. Sus villanos son crueles, sádicos, asquerosos, pero a la vez queribles. Tienen algo de mundanos, de infantiles e inmaduros, que los transforman en perfectos personajes para una saga que no debería terminar en esta película.
Conclusión
Los olvidados marca otro de esos momentos fundamentales dentro del cine de género en Argentina. La calidad de su realización, el compromiso de sus intérpretes y la solvencia con que presenta su narrativa sencilla de lugares comunes, la convierten en una propuesta que debería tener destino de clásico local inmediato.