Tierra arrasada, almas en ruinas.
Era más que evidente tras los buenos antecedentes de dos películas Giallo como Sonno profundo y Francesca, un buen resultado al adaptar el subgénero del slasher a una nueva pesadilla con acento argentino y de una calidad técnica impecable. Nos referimos, claro está, a los hermanos Luciano y Nicolás Onetti (Ver entrevista) quienes se instalaron en las ruinas de Epecuén para dejar bien en alto al cine de género argentino gracias al apoyo del INCAA, entre otras cosas, pero más aún sembrar desde la ficción apostillas de carácter social y político para una anécdota de alto corte comercial, una apuesta al público masivo donde las logradas actuaciones de un reparto sólido, creíble y muy bien dirigido cierran el círculo.
Es realmente un alivio que una fórmula tan trillada encuentre en Los Olvidados y más precisamente en esta locación apocalíptica, producto de una catástrofe ambiental en los ’80, desidia de las autoridades y abandono absoluto del Estado, el pretexto ideal para desarrollar una trama deudora de La Masacre de Texas, con la prototípica llegada de jóvenes a pueblo desconocido y la no grata bienvenida de un grupo de lugareños, resentidos y perversos, quienes hacen las delicias de todo tour de torturas, desmembramientos y gritos de féminas en aprietos.
Los valores de producción son una de las claves del buen uso de los recursos cinematográficos con inteligencia y la eficaz administración entre el dramatismo y escenas espeluznantes en que la fotografía y la puesta en escena resulta tan meticulosa como atractiva en términos visuales. Sin dejar de mencionar una banda sonora climática y que estalla en los momentos más álgidos de la trama.
Si a eso se le suma una galería de personajes bien escritos, secundarios que hacen honor al género como Mirtha Busnelli, es realmente difícil encontrar huecos o costuras en una película que asume desde el primer minuto la partitura que ejecuta, aunque preocupadísima -enhorabuena- por no desentonar o desafinar ni siquiera una nota.