Dos historias corales aparecen de pronto en cartelera, con las penas e ilusiones de diversos personajes y la suerte (o ellos mismos), decidiendo sus destinos. Buenos intérpretes, ácidos libretistas, momentos de reflexión a la salida del cine, eso es lo que ofrecen ambas obras.
La más cercana a nosotros es "La voz del silencio", pieza braso-argentina del anglo-brasilero André Ristum, situada en San Pablo, con situaciones cotidianas bastante reconocibles de toda gran ciudad. A veces, dolorosamente reconocibles. Se destacan en ella los veteranos Marieta Severo (la mujer encerrada en su casa) y Ricardo Merkin (el agobiado comentarista radial), y también Claudio Jaborandy (el portero que se esfuerza por seguir estudiando), Marina Glezer, el diseño de sonido de Martín Grignaschi, el aporte musical de Pedro Onetto. Un clima de irónica tristeza y pesadumbre hace temer los peores desenlaces en medio de la indiferencia ciudadana, lo cual puede ocurrir. O no. También inquieta el alma la italiana "Los oportunistas", de Paolo Genovese, cuyo título original es "The Place", así, en inglés. Así también se llama el bar donde un hombre recibe la consulta de sucesivas personas. Le piden por la salud de un ser querido, el reencuentro con un hijo, un amor, incluso algo frívolo. El puede darles lo que piden. Pero primero les asigna el cumplimiento de un crimen. Como si la felicidad de uno solo fuera posible causando la desgracia de otros. ¿Es un ángel del mal, o un ángel del bien que pone a prueba a los necesitados? La obra reelabora una serie norteamericana, "The Booth at the End", de Christopher Kubasik. La reelabora, la sintetiza, y en parte la mejora. Y deja pensando.