Las películas que transcurren en una sola locación tienen la desafiante tarea de sostener una historia, casi siempre, a través del dialogo. La premisa y el conflicto deben ser cuidadosamente desarrollados para hacer el prospecto de, lisa y llanamente, dos personas hablando a los ojos de un posible espectador. Este es el desafío al que se enfrenta Los Oportunistas.
Historias de Café
En un bar llamado The Place, hay un hombre que tiene la extraña habilidad de conceder los favores más imposibles. Todo lo que él pide a cambio es que la otra persona realice una tarea específica, habitualmente de dudosa moralidad. Con este punto de partida veremos a diversos personajes debatir el antes y el después de sus acciones con este hombre, planteándose si vale la pena cruzar ciertas líneas para conseguir lo que uno quiere.
Los Oportunistas es una película sostenida exclusivamente por el dialogo, por observar las limitaciones morales (o la falta de ellas) de una serie de personajes de lo más variopinto, y por la curiosidad de saber cuáles historias se conectarán con otras.
Los personajes atraviesan un cambio emocional. Aunque es apreciable, no logra conmover o siquiera entusiasmar por su destino. Algunas de las historias plantean una evolución interesante, pero otras dan vuelta una y otra vez sobre el mismo tema, lo que sumado a cierto desorden narrativo contribuyen a que el recorrido final del film, como un todo, se vuelva tedioso, a tal extremo que uno está más interesado en ver las acciones en que deben incurrir estos personajes para obtener lo que quieren, que en su explicación posterior.
En materia técnica tenemos un gran uso del color. Hay un notable esfuerzo en el trabajo de cámara para dar más atractivo a una puesta en escena que, cómo se dijo más arriba, es puramente dos personas hablando: primeros planos, cortar de un perfil a otro perfil para dar idea de confrontación, movimientos de cámara sutiles para sumar una cuota de dinamismo, etc. Todos esfuerzos nobles pero fútiles, ya que es aquí donde se nota que la estática puesta no puede ser sostenida por 105 minutos.
En lo actoral es donde tenemos probablemente el punto más sólido. El ensamble actoral que compone la película se ve completamente entregado a estos personajes. Se puede ver en sus expresiones la duda, el miedo y, no pocas veces, la determinación de seguir o romper su propio código moral. Del protagonista, Valerio Mastandrea, debe decirse que entrega una hábil interpretación. Una composición parca y serena de un personaje con varios matices de gris.
Conclusión
Aunque actoralmente sólida y con nobles esfuerzos en el apartado visual, Los Oportunistas no puede sostener su premisa más allá del simple establecimiento de un dilema moral. Dichos dilemas se pueden llegar a comprender, pero adquieren un flujo narrativo tedioso que no consiguen involucrar o conmover en el largo plazo.