Basada en libro homónimo de Gabriel Rolón se estrena este intento de superproducción vernácula. El mismo director de “Próxima salida” (2004) y “Horizontal vertical” (2009), Nicolás Tuozzo, se introduce en el género del thriller, con ingredientes de denuncias. El problema principal es que ningún golpe da en el clavo, siempre todo está un poco corrido, el suspenso se anticipa para luego licuarse. Ergo no hay suspenso.
La narración se abre con la presentación de una orquesta “sinfónica” interpretando un concierto para violín, mientras una voz en off nos habla acerca de lo etéreo que puede ser la verdad. La historia se centra en Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), un psicoanalista famoso que es contratado por una joven hermosa, Paula Vanussi (Eugenia Suárez) como perito de parte para que declare como inimputable a Javier Vanussi, (Nicolas Francella), su hermano, quien confesó ser el asesino del padre de ambos.
Javier está internado en una clínica psiquiátrica en estado de coma inducido, el diagnostico Trastorno Limite de la Personalidad (TLP), que no es diagnostico suficiente para inimputabilidad, no puede ser homologado por el psicoanalista hasta tanto no haga contacto fehaciente.
En una solo sesión el facultativo contratado cambia de diagnostico, psicosis mixta, una gnoseología psiquiátrica acorde para declarar incompetente al acusado, pero ya casi dejada de lado como estructura por la psiquiatría.
El bueno de Pablo no está convencido que Javier sea el verdadero asesino, y comienza a investigar en busca de la verdad. En esa búsqueda que no le compete se irá introduciendo en un mundo que no le corresponde, primero conocerá a la menor de los Vanucci, Camila (Angela Torres) y a Roberto Vanussi (Luis Machi), el padre de la horda (perdón la familia), en apariencia un acaudalado empresario de bienes raíces. En realidad un personaje siniestro de la alta sociedad burguesa porteña, en su mansión se realizan fiestas “non sanctas”, para jugar de anfitrión y proveedor de las ninfas demasiado jóvenes, para el placer de dinosaurios demasiado viejos. Esto mostrado en una de las peores escenas del filme, en el que se nota el intento de imitar, copiar, asaltar al filme “Ojos bien cerrados” (1999), obra póstuma de Stanley Kubrick
Demasiadas son las fallas que se van presentando. Los actores principales (Vicuña y Suárez) no dan nunca con sus personajes, no son creíbles, el resto del elenco circula por la misma desazón de no saber hacia dónde deben inclinar, y sólo se salvan del incendio Pablo Rago (el gitano), como el amigo intimo del psicoanalista devenido en detective, y Angela Torres.
Otros elementos se postulan como responsables directos del fracaso, respecto de los personajes, no hay una buena construcción ni justificación de su desarrollo, pero el peor pecado en este sentido es que todos hablan igual, hay una sola vos. Ninguno de los personajes tiene voz propia. El subcomisario habla como el psicoanalista que se expresa de igual manera que su amigo el “Gitano” cantaor flamenco, que lo hace casi imitando al guardaespaldas del asesinado, y todo así. Estaría muy bueno si fuese el narrador de manera permanente, pero no lo es.
Todos están sometido a partir de diálogos pomposos, reforzados, vacuos. Nada es lo que parece, o así debería ser, a los intentos de vueltas de sisa se les nota la costura y los dobleces. El verdadero conflicto pasa porque en una producción policial la trama debería ser el impulsora del relato, esto no sucede. Lo que si ocurre es la utilización automática y de manual de los elementos clásicos del policial negro
Sí es de destacar el diseño de arte, de sonido, las locaciones, y la fotografía, el montaje clásico, pero nada más. En realidad todo, y a partir de la publicidad con la que anticipan el estreno, se podría decir que va de la mano de la popularidad de la pareja protagónica, que lo son en la vida real.
Lo mismo se podría aplicar a Gabriel Rolón, quien se hiciera famoso como partenaire de Alejandro Dolina en un programa de radio, actúa en el filme como un psiquiatra, es también el responsable del guión cinematográfico, junto al director Nicolás Tuozzo y a Marcos Negri. Lo cual nada significa.