Cuando pase el temblor
“A veces ignorar la verdad es la única manera de sobrevivir”, sostiene el director Nicolás Tuozzo desde el banner publicitario de su último largometraje, Los Padecientes (2017), basado en el best-seller del psicoanalista Gabriel Rolón. Con esta frase, para nada casual, el cineasta explica y justifica desde el inicio la génesis de su proyecto, marcando a las claras una nueva etapa en su carrera, alejándose del cine independiente que lo vio nacer en Próxima Salida (2004) y Horizontal/Vertical (2008). Estamos ante un drama comercial, oscuro, llevado a la ficción por Fox Internacional en coproducción a Telefé con la intención de abordarlo como thriller psicológico empapado de suspenso. Sin embargo, este género se anula desde el primer minuto con las decisiones artísticas de los guionistas Marco Negri, Rolón y Tuozzo al sugerirle constantemente al espectador dónde debe hacer foco para descifrar de antemano la trama.
La película es fiel al libro: centra su eje en esclarecer el asesinato del poderoso empresario Roberto Vanussi (Luis Machín), que fue encontrado acuchillado en un descampado cercano a su domicilio, y gira en torno a cómo sus hijos buscan sacar la verdad a la luz, a contrarreloj de la justicia, que quiere cerrar el caso lo más pronto posible. Para ello, la mayor de los hermanos Vanussi, Paula (Eugenia Suárez), acude al reconocido psicoanalista Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña) y le pide ayuda para demostrar la inocencia de su hermano Javier (Nicolás Francella), acusado del crimen por padecer graves trastornos psiquiátricos. Pablo, atónito ante la situación, y firme a su juramento profesional y filosofía descarteana de “Pienso, luego existo”, pone en duda los hechos y emprende la investigación junto a los policías y abogados, enfrentándose a los médicos que mantenían al joven aislado de la sociedad, inducido a un coma farmacológico. Pasan los días y Pablo, cual pesadilla, descubre que nada es lo que parece.
En esta dirección, con ritmo lento, avanza el guión, que minuto a minuto incorpora zonas oscuras detrás de la imagen del “Padre de familia”, tales como su relación con la red de trata de mujeres menores, el abuso sexual sobre ellas y la violación de sus derechos. Aquí hubiese sido interesante ver un quiebre argumentativo que desarrolle los escabrosos temas que propone; pero los pasa con liviandad, más teniendo en cuenta que el guión fue escrito junto a un psicoanalista. Por otro lado, como adaptación la falta de giros está a la orden del día; Tuozzo se limita al texto de la novela y no ahonda el conflicto, y sólo muestra mediante flashbacks los oscuros negocios de Vanussi, haciendo constantes planos detalle acompañados por diálogos explícitos y la voz en off de Rolón, que remarca, aún más, la seriedad del asunto que atraviesan sus personajes y pide a gritos un desenlace, totalmente ausente.
Quizás podría pensarse que el eje fue puesto en el elenco, encabezado por la dupla Vicuña-Suárez, actual pareja en la vida real desde El Hilo Rojo (2016), de Daniela Goggi. Sin embargo, no resultan convincentes en sus respectivos papeles porque, paradójicamente, a la película -que contiene escenas carnales puestas al servicio de la trama-, se convoca a una actriz que no creció desde su protagónico en Abzurdah (2015) y que además decidió no filmar más escenas que contengan desnudos. Este detalle le resta a su caracterización. Pero al igual que el Yin-Yang, se divide en dos planos el elenco también y la historia logra transmitir el horror de esa familia atípica, que por momentos recuerda el exitoso policial El Clan (2015) gracias a la impecable actuación de Luis Machín, quien interpreta a la perfección la figura monstruosa de Vanussi y recuerda por momentos a Anthony Hopkins cuando encarnaba a Hannibal Lecter. Ángela Torres se luce en su rol de hija menor que evade la realidad a través de la música, cuyo look recuerda las pequeñas de El Resplandor (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick, mientras que Nicolás Francella se pone en la piel del lunático Javier. Sin duda, ellos dirigen la batuta actoral, pero los personajes en su conjunto desconciertan, más aún cuando aparece en medio de las escenas dramáticas con algo más de color, de la mano de Pablo Rago, quien compone al amigo “gracioso” de Rouviot, “El Gitano”, y aporta humor en momentos que no amerita.
A grandes rasgos, Los Padecientes es una historia que si bien cumple en términos artísticos, narrativamente daba para más y deja sabor a poco. Tuozzo, en pos de difundir su postura frente al efecto sanador de la psicoterapia ante hechos de extrema violencia –lo que necesariamente deben salir a la luz para hacer justicia-, descuida el guión. Si bien el argumento es coherente y correcto, esto no se refleja en el resultado final. Todo lo contrario, el director transmite inseguridad y falta de compromiso frente al tema central que propone, la trata de mujeres, al manejarlo de forma trivial y remarcar hasta el cansancio que “A veces ignorar la verdad es la única manera de sobrevivir”.