Los Padecientes: Una verdad sin remedio.
La pareja Benjamín Vicuña y María Eugenia “La China“ Suarez vuelven a compartir protagónico en una película, esta vez, de tinte psicológico. Una de las apuestas nacionales más fuertes del año, con producción de 20th Century Fox.
La nueva película del director Nicolás Tuozzo (“Próxima Salida“, “Horizontal Vertical“) basada en la novela homónima de Gabriel Rolón, intenta definirse como un thriller psicológico. Aquí, encontramos la primera falla de la película, ya desde su pretensión de categorizarse dentro de un género que no puede sostenerse a lo largo del film.
Cuando hablamos de thriller, damos por supuesto una historia que nos mantendrá atrapados y nos generará una expectativa que irá en modo creciente, bueno, esto no sucede en ningún momento con Los Padecientes, ya que desde el inicio si el espectador presta atención a mínimos detalles, es posible que descubra el desenlace de la historia en la primera parte de la película.
La trama presenta al psicólogo Pablo Rouviot (Bejamín Vicuña) quien es contratado por Paula Vanussi (María Eugenia “China Suarez) para que firme un documento, donde debe calificar de inimputable a su hermano Javier (Nicolás Francella), quien sufre distintos desórdenes mentales, y es culpado por el asesinato de su padre. El trío de hermanos se completa con Camila (Angela Torres) quien también será parte de un misterio a develar en una familia completamente disfuncional, con una madre muerta hace varios años y un padre con negocios demasiado sucios y perversos.
Todo gira en torno a la investigación que lleva a cabo Rouviot (perfectamente pensable como un alter ego del analista Gabriel Rolón, ambos comparten en ficción y realidad una fama literaria y algunos Best Seller en su haber). Mientras intenta descifrar si realmente Javier ha sido el asesino de su padre, deberá enfrentar amenazas de todo tipo, una investigación policial truncada por presiones de gente poderosa e influyente, y por supuesto historias amorosas del pasado y el presente.
El peor crimen del film, entre varios que comete, es tomar un tema como el abuso y el maltrato de una manera demasiado tibia, las escenas que implican el sexo en relación a abuso y poder, no apuestan por una carnadura fílmica, si no que se dejan ver con una liviandad que el tema en cuestión no necesita (si la apuesta es mostrar la cruda realidad de fiestas salvajes con abusos de menores, la decisión de ciertos planos y detalles de esas escenas oscilan en un híbrido entre mostrar algo sutil o exponerlo de manera concreta).
Otro punto que resta mucho es la necesidad de todo aquello que pasa, piensan y sienten sus protagonistas expresarlo a través de un discurso, el cual en varias situaciones lejos de provocar empatía en el espectador, lo alejan, dando lugar a una sensación de risa incómoda, ante diálogos acartonados y filosóficos que nada tienen que ver con la construcción del verosímil.
Las actuaciones de Angela Torres, cada vez más establecida como un joven talento del cine nacional, y el siempre preciso Luis Machín (un trabajo de hombre convertido en bestia excepcional), son los puntos más destacados de esta propuesta. La dupla protagonista no logra convencer, Benjamín Acuña sigue esa línea acartonada, donde pareciera un personaje más literario que cinematográfico, y la “China” Suárez no tiene escenas que demanden un trabajo superlativo como le hemos visto en Abzurdah. El resto del elenco acompaña sin desentonar, Pablo Rago (como el gitano, amigo de Rouviot), le pone la cuota de humor, a una película que pide a gritos ser rescatada de un vacío narrativo poco feliz.
Imposible no hacer mención al personaje de Rolón en una aparición casi caricaturesca, no solo por su caracterización sino por estos diálogos que mencionábamos antes carentes de fluidez.
Los Padecientes, podría haber sido mucho más de lo que finalmente es, una película acertada en su estructura, visualmente correcta y prolija pero falta de alma, carente de verosimilitud y demasiado predecible desde sus primeros minutos.