La cruda verdad
Gabriel Rolón, el célebre analista argentino, desde hace tiempo también se desempeña como escritor. Su tercer libro, Los Padecientes, fue publicado en el 2010 y hoy a 7 años de su lanzamiento, llega al cine en una adaptación protagonizada por Benjamín Vicuña y Eugenia Suárez.
Pablo Rouviot (Vicuña) es un reconocido psicoanalista que recién llegado de un viaje recibe en su consultorio a Paula Vanussi (Suarez). Paula ha quedado huérfana luego del asesinato de su padre, y contrario al pensamiento de Rouviot, no está buscando un psicólogo que la ayude a superar dicha perdida; lo que necesita es un perito que declare que su hermano Javier (Nicolás Francella) es inimputable aún siendo el principal sospechoso del crimen. Los problemas para Rouviot y la familia surgen cuando el analista indaga en los detalles del episodio. Se comienzan a develar oscuros secretos de la familia, y principalmente, que no todo es lo que parece en relación al asesinato de Roberto Vanussi (Luis Machín).
A Los Padecientes le cuesta arrancar. Nicolás Tuozzo, director del film, no consigue ensamblar la maquinaria cinematográfica en la primera parte de la película. Por momentos la presentación de los personajes resulta torpe, lánguida. Incluso la motivación de los mismos son exhibidos de manera demasiado explícita y subrayada. No hay sutilezas. A modo de ejemplo, encontramos la reiteración de Vicuña en sus diálogos respecto a su obsesión por la verdad. El guión también resulta desmedidamente solemne en muchos momentos. Solo con las apariciones de Pablo Rago se aliviana un poco la gravedad con la que Rolón y compañía adaptaron la novela.
Los Padecientes es una película irregular con un guión demasiado solemne.
Cuando Los Padecientes deja atrás el lastre de la introducción del clan Vanussi, la película avanza con fuerza. El relato deviene en un policial negro donde claramente la figura del psicoanalista hace las veces de detective privado. Ahí Los Padecientes fluye, empezando a desenredar la historia con destreza, respetando las fórmulas del querido género que encontró en Humphrey Bogart su mayor exponente. Por lejos esos son los mejores momentos de la película, que con ese viento a favor y un rumbo más claro, transita dignamente hacia su desenlace a pesar de algunos baches en el camino.
Si en la narración no hay efectividad absoluta, en las actuaciones tampoco. Encontramos a un buen Vicuña, ajustado e impasible, se involucra con pasión en la historia sin sobreactuar. También están los laburos de Luis Machín, Nicolás Francella y Angela Torres (revelación en la película), cumplen bien en su cuota de pantalla. Por otro lado tenemos a la China Suarez, de muy buen debut con Abzurdah pero que aquí transita la mayoría del film sin destacarse demasiado. De hecho, cuando el dramatismo de Los Padecientes empieza a subir, acude a su figura en búsqueda de afianzar el peso dramático, encontrando una interpretación que hace agua.
Los Padecientes es una película anómala. Por momentos, cuando puede plasmar sus ideas en la pantalla, resulta un entretenimiento de interés en clave de policial negro. Pero lamentablemente la irregularidad de sus actuaciones, la solemnidad de su historia y el grosero subrayado de muchos de sus diálogos terminan por menoscabar sus posibilidades de ser una muy buena película.