Este filme viene precedido en su avance publicitario grafico que reza “Del guionista y productores de “Muerte en un Funeral” (2007), y eso da un halito de esperanza que vamos a estar en presencia de, al menos, una buena comedia., más allá que el título de un tanto por tierra con ese juicio de valor a priori y sesgado por una información, si bien no falaz, incompleta. Craso error.
Este ejemplar de cine ingles podría ser llamado a ser esa excepción que confirma la regla, pero también sería una equivocación, ya que se trata de una coproducción con Australia y el director (Stephan Elliott) es originario de la tierra de los canguros. Situación que no invalida nada, pero no es el británico Frank Oz.
La historia se centra en dos jóvenes. Él, David (Xavier Samuel), ingles, londinense, huérfano y apéndice de sus amigos del alma y de la vida con quienes constituye un cuarteto de idiotas, conformado por Tom (Kris Marshall), Graham (Kevin Bishop) y Luke (Tim Draxl). Ella, Mia (Laura Brent) es australina, hija prodigio de un matrimonio de clase alta, integrada por su padre Jim (Jonathan Biggins), un político con influencias, el segundo del partido, ejerciendo el cargo de senador, Barbara (Olivia Newton-John), una madre desatendida, insatisfecha, todavía con tantas ansias, como porte de mejores tratos, y para completar el cuadro familiar esta Daphne (Rebel Wilson), la hermana gorda de Mía, en las antípodas, que se presenta como lesbiana con el sólo fin de fastidiar a su progenitor.
Mía y David se conocen en un paradisíaco lugar de veraneo, playa, mar, sol, y lo que debería haber sido una aventura semanal de vacaciones se trasforma en una boda, no por apuro sino por decisión de los enamorados.
Nadie esta contento, ni los amigos de uno, ni la familia de la otra, con los primeros intentando boicotear la elección de su amigo.
Presentados los personajes y la situación se termino el filme. Todo es tan previsible, chato, burdo, con gags articulados intentando ser una comedia de situación, deja de ser previsible para tornarse evidente.
El guión acumula una cierta cantidad de influencias, por no decir sustracciones, a una infinidad de producciones yankees de estas características, siendo su abanderada la excesivamente sobrevalorada “¿Qué Paso Ayer?” (2009), sólo que en esta no asoma la intención de ser pretenciosa, lo que en cambio si se insinúa en “Los Padrinos de la Boda”, fatua desde lo discursivo pero sin sustento desde lo narrativo.
A esto hay que sumarle la vertiente escatológica que intentará posicionarlo como provocador, pero apenas suma para ser descalificada. Nada aparece rescatable, los personajes son un catalogo de lugares comunes, tanto en su construcción como en sus acciones que los terminan definiendo; la pareja protagónica tiene menos química que Carlos I de Anillaco y la chilena Cecilia Bolocco. Ni hablar de poder dar cuenta de algún registro histriónico por parte de ellos. En ese rubro sólo sale airoso el buen actor que es Kris Marshall.