La fiesta olvidable
Comedia australiana, más escatológica que transgresora.
Los difusores de Los padrinos de la boda destacan que el guionista es Dean Craig, el mismo de Muerte en un funeral (película que, nobleza obliga, le gustó mucho más al público en general que al autor de estas líneas). En cualquier caso, mientras uno ve Los padrinos...
surgen interrogantes. ¿Son tan limitados los guionistas de “renombre”? ¿O escriben para espectadores que demandan, masivamente, un trazo tan grueso? El humor de esta comedia típica de fiesta de casamiento es casi siempre escatológico, lo que la acerca más al infantilismo que a la transgresión. No hay, en esta apreciación, un reparo moral; sí estético y artístico. Este filme, abundante en clichés, habrá sido hecho para un público que demanda eso, pero lo cierto es que su ingenio y su delicadeza no superan en mucho al de esos tipos que se entusiasman con las despedidas de soltero.
Vayamos a la trama. Durante unas vacaciones en una isla, un muchacho inglés (Xavier Samuel) vive un romance con una chica australiana (Laura Brent). Al despedirse, él le dice que no quiere que todo termine en un amor de verano: le propone casamiento. Poco tiempo después, el muchacho y tres amigos (que se comportan como los peores del colegio, aunque ya estén grandecitos) viajan hasta Australia para celebrar la boda. La familia de ella hará su aporte al caos y las disfunciones: el padre es un senador de ultraderecha; la madre (Olivia Newton John), una mujer que se revelará adicta a cierta festividad desbordante de alcohol y cocaína; la hermana, una joven obesa que finge ser lesbiana para desagradarle al padre fascista.
Dos de los amigos del novio le compran droga a un narco local. La familia de la novia tiene como adorada mascota a un carnero que será capturado para la despedida... Excusas para generar situaciones de las llamadas delirantes, aunque mucho más justo sería decirles simplemente grotescas. La película, de Stephan Elliott, se estructura en base a gags: como se ha aclarado, de gusto discutible. Incluso si uno aspira a ver un producto de incorrección política sin concesiones se encontrará con escollos, como un tramo final que busca ser, pese a todo, edificante.