Muy lejos del humor de “Muerte en un funeral”
Un joven inglés conoce a una chica australiana en una isla del Pacífico. Decide casarse, y luego también decide llevar de padrinos a sus tres amigos impresentables. Como puede advertirse, es un joven de decisiones apresuradas. Pero los amigos tienen peores defectos. Y peor aún, los productores y el libretista, cuyo único mérito hasta el momento es «Muerte en un funeral». Ya habían mostrado la hilacha adaptando esa comedia para el mercado afroamericano, con oscuros resultados, y acá siguen en caída.
Lejos de la sátira de humor británico, ahora quisieron hacer (y la macana es que la hicieron) una comedia al estilo de las guarangadas de humor norteamericano tipo «¿Qué pasó ayer?» y similares con gandules cercanos al más franco cretinismo tardoadolescente. De modo que casi todo lo que se imagine el espectador en materia de asqueroso y desagradable, los tres padrinos lo hacen. Víctima principal de sus fechorías es un carnero de raza. También hay un camello de mercadería y carácter poco recomendables, un animal entorchado que oficia de suegro, y, entre otras bestias congregadas para la boda, ni hablemos del equino desatado en que se convierte la suegra cuando esnifa ciertas cosas justo el día menos conveniente.
Olivia Newton-John es la suegra, y, dentro de lo que cabe, también es la única figura que se luce. Caramba, cómo pasa el tiempo, doña Olivia ya tiene 62 años. También ha pasado el tiempo para el director Stephan Elliot, que hace casi veinte había llamado la atención con «Priscilla, la reina del desierto». En resumen, un pasatiempo indicado solo para quienes gusten de las comedias guasonas, gamberras o como quieran llamarse. Pero aun dentro de este sub-sub-subgénero cabe considerarla floja.