Los papeles de Aspern es uno de los trabajos más aclamados del escritor Henry James. Se trata de una novela corta publicada por entregas en 1888 que narra las vivencias de un hombre fanatizado por la obra de un poeta. Un fanatismo que lo llevará a formar un curioso triángulo con una anciana y su sobrina.
El protagonista es Morton Vint (Jonathan Rhys Meyers), un joven que viaja a Venecia con la única misión de obtener las copias originales de los textos del poeta Jeffrey Aspern. Esos poemas tenían como destinataria a Juliana (Vanessa Redgrave), quien décadas atrás fuera amante del escritor y ahora pasa su vejez encerrada en un caserón junto a su sobrina Tina (Joely Richardson).
Lo que narra el film de Julien Landais son los denodados intentos de Morton tanto por ganarse el cariño de Juliana como el de su sobrina. El problema es que ese juego de seducción nunca adquiere un gramaje aceptable. De indudable raigambre televisiva en su puesta en escena, la película no logra construir un protagonista lo suficientemente sólido como para justificar su magnetismo.
Tampoco ayuda demasiado un tono solemne y la tendencia a la sobreactuación de un elenco que hace lo que puede con un guión cuyas líneas están escritas con el diccionario antes que con el oído.