Los paseos

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

UN ROMANCE EN LA CIUDAD

En Los paseos, el director Esteban Tabacznik imbrica una trama básica de chica conoce chico, algo propio de un género popular como la comedia romántica (y Tabacznik lo registra sin mayores complejos), con elementos que hablan de las fricciones de clases, de los problemas de los jóvenes ante un mundo que no los cobija amablemente y con detalles que evidencian cierta erudición, entre apuntes sobre arquitectura, cine, literatura y música. La mezcla es sustanciosa, curiosa, incluso ruidosa si descubrimos segmentos que parecen pertenecer a películas diferentes pero que conviven sin problemas, aunque los resultados no terminen de ser lo suficientemente atractivos.

El protagonista es un estudiante de arquitectura que se encuentra en una etapa de indefinición personal, y que parece hallar una motivación cuando consigue trabajo como chofer de una señor mayor, que es acompañada por una joven. Precisamente la motivación del protagonista está dada en el vínculo sentimental que entabla con la joven, una chica paraguaya algo mayor que él, estudiante de gastronomía, que también se encuentra en la encrucijada personal de tener que dedicarse a cosas que no le dan placer para sostener el supuesto ideal que habita. Diego y Belén, los amantes, pertenecen a mundos diferentes y esas distancias intelectuales (él la invita a ver un film francés de los 30’s y ella se queda dormida) en algún momento generarán una crisis.

Los paseos construye personajes bien definidos (además de ofrecer una mirada muy bella sobre la Ciudad de Buenos Aires), aunque eso le pueda jugar un poco en contra en el caso de Diego. El estudiante de arquitectura devenido chofer es un snob, cuando no un misántropo asordinado que no termina de encajar con nada. Que el punto de vista principal sea el suyo, es un problema que la película no logra sortear del todo porque en ocasiones queda encerrada en el envaramiento de su personaje. Cuando evidencia conocimiento sobre arquitectura y la Ciudad, parece estar impartiendo un saber superior. Y uno no puede dejar de ver en las acompañantes que van en el auto al espectador absorbiendo ese discurso entre didáctico y subrayado. El logro de Tabacznik es, tal vez, borrar la delgada línea entre el discurso de su personaje y el de la película, sin que uno termine de dilucidar quién está hablando. El final posiblemente nos termina de comprobar que Diego, en el fondo y sin aleccionar demasiado, es un pobre tipo. Aunque el cambio de punto de vista en el último plano (que es muy bello, eso sí) nos vuelve confundir y a poner en dudas sobre las intenciones de la película. En todo caso, estas indefiniciones son saludables en el contexto de un cine nacional demasiado asertivo.