Los paseos es una película de superficie sencilla que puede ser confundida con muchos títulos del cine argentino por su condición de retrato de jóvenes que buscan con rumbo incierto un sentido para su vida. Pero justamente, esta es una película mucho más profunda que la inmensa mayoría, y son las otras las que no llegan a nada. Que un país del tercer mundo tenga una cinematografía tan abultada es una rareza que esperemos alguna vez alguien explique, mientras tanto hay que elegir bien y separar lo bueno de lo irrelevante. Los paseos pertenece al selecto grupo de películas inteligentes, sensibles y sofisticadas, por eso es, a pesar de su aparente sencillez, una gran película.
Diego (Sergio Mayorquín), es un estudiante de arquitectura en pausa. Trata de moverse por la bella ciudad de Buenos Aires sin prejuicios, enamorado de su arquitectura sin importar el barrio. Cuanto entre muchos trabajos le surge el de paseador de una anciana, su destino parece cambiar. Solo debe manejar y mover por la ciudad a una señora y a la chica que la cuida, Belén (Camila Peralta) quien también aspira a algo más que lo que tiene. Diego odia las multitudes y las presiones, Belén está cansada de su trabajo. Surge entre ellos una relación.
El protagonista está interesado por el arte en general, la arquitectura, la música, el cine, la literatura. La película no se avergüenza de tener ese marco, al contrario. Una vez más, mientras que los cineastas nacionales viven enamorados del pobrismo, la marginalidad y sus pobres expresiones culturales, Los paseos se aferra a la belleza de otra clase de arte y disfruta de todo. Buenos Aires se ve bella porque está vista con una mirada estética de gran sensibilidad. En el medio puede haber una sutil pero justificada escena que refiera al cine de Leonardo Favio sin nombrarlo y en la melancolía algo resignada y con un poco de humor también se hacen presentes ecos de Eric Rohmer. El cine argentino no está hecho solo por brutos militantes, también hay directores de cine con talento como Esteban Tabacznik.