El eterno placer de volver a verlos
El vértigo doméstico amenaza a los Fockers por varios frentes. Greg (Ben Stiller) ascendió en el trabajo, está construyendo una casa grande, ‘cuadrada, clásica americana’ y ve crecer junto a Pam (Teri Polo) a los gemelos, a quienes hay que buscarles una buena escuela.
En Los pequeños Fockers, el quinto cumpleaños de los niños es la excusa para recibir a los abuelos en Chicago y reavivar la llama de la desconfianza que une desde el primer momento de la relación a Greg y su suegro Jack, ex agente de la CIA.
Ben Stiller y Robert De Niro protagonizan escenas divertidas, con un timing que va llevando los enredos a esa lugar de difícil acceso, el de la comedia de trazo limpio. Greg debe lidiar con el constructor, muy gracioso Harvey Keitel en breve paso por la película, y con Andy Garcia, Jessica Alba gatuna, como la vendedora de un fármaco para la disfunción eréctil.
Los guionistas John Hamburg, Victoria Strouse y Larry Stuckey vuelven a reunir a los personajes que los espectadores de la saga conocen en detalle, y lo hacen cargando las tintas sobre el perfil neurótico del suegro. En ese sentido, el hallazgo de la comedia y centro de las situaciones es el vínculo suegro-yerno, una rareza en estas latitudes donde se cosechan los chistes sobre suegras. Greg se esfuerza por cumplir los mandatos familiares que Jack exagera desde su trinchera ridícula. Con esa sobreexigencia debe conformar a todos, mientras Greg lo observa y lo hace acreedor del dudoso título de Padrino/patriarca de la familia.
Mirada va, mirada viene, la humorada suma escenas como la del pavo, la del camión o la inyección, por nombrar algunas del mano a mano entre De Niro y Stiller. La dupla llega a lo más alto en la pelea cuando el enfrentamiento se vuelve físico, en medio de peloteros y castillos inflables. Owen Wilson aparece con más protagonismo, siempre encantador jugando al absurdo, mientras ellas cumplen el rol de compañeras pacientes, testigos de la competencia despiadada de los hombres del clan.