Fuck the Fockers
Comienza el año. En enero, como de costumbre. Y el público, luego de abandonarlos en octubre, noviembre y especialmente diciembre, vuelve masivamente a los cines. Se sabe en el ambiente: las comedias funcionan muy pero muy bien en enero y febrero. Y si encima es una comedia con personajes conocidos, mejor aún. Los cines ofrecen aire acondicionado y, en Buenos Aires, una posibilidad cercana de escape de una pringosa ciudad poco benévola en el verano. Así las cosas, Los pequeños Fockers (la tercera comedia de esta serie con Robert De Niro como suegro y Ben Stiller como yerno) es un lamentable gran éxito.
Si bien las dos películas anteriores de esta serie, La familia de mi novia (Meet the Parents, 2000) y Los Fockers: la familia de mi esposo (Meet the Fockers, 2004) nunca estuvieron entre lo mejor del cine de o con Ben Stiller (Zoolander, Tropic Thunder y Mi novia Polly, por ejemplo, son mucho mejores), eran comedias más o menos armadas, profesionalmente realizadas, con cierta dignidad industrial. Pero esta tercera parte es –no andaré con vueltas– una porquería. Hagamos una lista de algunos de los defectos de este artefacto hecho con un llamativo desgano, con una enojosa desidia:
1. Si uno ubica su nivel de atención en el 10 o el 15 por ciento de su capacidad, y tiene unas diez o veinte películas vistas en toda su vida, es altamente probable que vea venir los chistes de Los pequeños Fockers a unas veinte cuadras. Acá no hay sorpresas posibles, no hay timing alguno, todo está cosido más o menos, ningún elemento nos distrae como para que otra situación nos pesque desprevenidos. En una rara excepción en comedias hollywoodenses de este nivel de producción, todo está en primer plano, nunca hay dos situaciones paralelas en el mismo cuadro. Pensada para un público excesivamente haragán y adormecido, sólo pasa una cosa por vez, y con un detenimiento y una subestimación equivalentes a leer letra por letra una frase como “mi mamá me mima” (y arrastrando las emes).
2. Para que la película pase de una situación a otra, se introducen peripecias de una arbitrariedad llamativa, una tras otra, dignas de esas ficciones televisivas que van matando o mandando de viaje a personajes si los actores que los interpretan no renuevan el contrato. Un par de ejemplos entre decenas: el accidente del nene en el patio y la foto subida a My Space. Me imagino a los guionistas diciendo, con demasiada asiduidad, “ma’ sí, metemos esto y vamos para adelante”.
3. El desgano, la molicie, la apatía, el desinterés son verdaderamente evidentes. Para más pruebas, los implicados en este desastre tienen algunos buenos antecedentes. El director Paul Weitz fue corresponsable de la dirección de la maravillosa Un gran chico, y el coguionista John Hamburg dirigió Mi novia Polly y fue coguionista de Zoolander. Una demostración más de que en la industria son pocos los nombres que garantizan calidad por sí solos. Los pequeños Fockers es un paquete muy mal armado desde todos los ángulos (a excepción del marketing), y por más nombres que se sumen los resultados son oprobiosos (o son más oprobiosos aún por el alto nivel de desperdicio).
4. Si Ben Stiller está en piloto automático, De Niro está aún peor. Su última década como actor ha sido entre mala y desastrosa (chequeen los títulos), con un catálogo de gestos limitado y repetido hasta el hartazgo: es triste ver a uno de los grandes actores de la última parte del siglo XX pertrechado de este catálogo de muecas pavotas que se están convirtiendo en su marca registrada en el XXI. Ah, acá aparece Harvey Keitel en dos escenas (hay que decir que su remera de Kiss es simpática). Para películas con De Niro y Keitel, vean Calles peligrosas, Taxi Driver o Cop Land.
5. Las referencias a El padrino o Tiburón en Los pequeños Fockers deben estar sacadas del “Manual de citas para analfabetos cinematográficos”, del que desconocía su existencia pero esta película parece indicar que en algún lado alguien lo debe tener y lo usa como guía. La cantidad de música “padrinosa” que se pone acá es directamente vomitiva. Y la cantidad de planos-tiburón-música de Williams en el pelotero es altamente ofensiva. ¿Cuán idiotas creen que somos?
Hay mucho más, entre otras cosas la nulidad de Jessica Alba como actriz (la chica linda sin carisma), o las tonterías andaluzas sin gracia que hace Dustin Hoffman (comparen con Buzz Lightyear en Toy Story 3), la pavada del corte del pavo, o los hijos maltratados como meros objetos cómicos (digamos que no habría tanto problema con esto si la película no lo pusiera en contradicción con su conservadurismo emocional de base) y, pecado de pecados, Laura Dern desaprovechada. En fin, una experiencia horrible. Para borrarla, les recomiendo ir al ver Volver al futuro en los cines, que gracias a la gente del sitio cinesargentinos se reestrena en el país a pesar de que la distribuidora había decidido no hacerlo. Sí, le dieron muy pocos horarios a la película (sobre las razones de esto lean www.cinesargentinos.com.ar). Ojalá se llenen las funciones de la querida película de Robert Zemeckis –una demostración de gran cine de gran recaudación– y se vacíen las de los Fockers. Fuck the Fockers.