Producto con fecha de vencimiento
El axioma del éxito a veces tiene su otro costado. Repetir fórmulas supone dividendos pero también límites a la creatividad y eso es precisamente lo que ocurre con esta tercera entrega de la familia Focker, iniciada allá por el año 1999 con El padre de mi novia, luego con una secuela en el 2004.
El proyecto de la tercera parte siempre en tono de continuación de la historia, Los pequeños Fockers, venía arrastrando una serie de contratiempos desde su gestación entre los cuales se encontraban las reescrituras de los guiones y un cambio de dirección que terminó incorporando finalmente a Paul Weitz (el anterior fue Jay Roach). Semejantes cambios de rumbo se notan ostensiblemente en el resultado final, donde el reparto funciona pero acusa cierto desapego con la propuesta que se acentúa tanto en Ben Stiller como en Robert de Niro pese a que la química entre ambos sigue intacta.
Tampoco termina por convencer la idea de introducir nuevos personajes como ya se había hecho en la segunda parte con Dustin Hoffman y Barbara Streisand, quienes vuelven a participar aquí pero con menos presencia en pantalla. La novedad es sin duda Jessica Alba en un papel ya recurrente en ella que pondrá en jaque la estabilidad matrimonial de Gregg (Ben Stiller) y un desaprovechadísimo Harvey Keitel, a quienes se suma el reaparecido Owen Wilson sin aportar nada nuevo a su insulso personaje.
El resto es una sumatoria de gags bien elaborados que se focalizan en primer término sobre la falta de autoridad de Gregg tanto en el manejo de sus hijos gemelos -a punto de cumplir cinco años- como en el freno necesario para que su suegro Jack (Robert de Niro) no interfiera en su vida haciendo gala de la eterna rivalidad entre ellos. Por otra parte el film procura afianzar ese lazo de confianza y enemistad al poner en juego la idea del legado familiar como base del conservadurismo que siempre ha caracterizado a estas comedias.
La premisa es básica: Jack se preocupa por encontrar al candidato que continúe con la tradición familiar una vez que parta de este mundo y pone los ojos en su yerno Gregg, quien deberá mostrar con creces que es el indicado pero como siempre una serie de complicaciones y situaciones que prestan a la confusión arruinará los planes y afianzará la desconfianza mutua. Para terminar con algunos apuntes sobre el desgaste del matrimonio y la disminución del apetito sexual causado por la rutina.
Efectiva como siempre, sostenida por las desganadas actuaciones del dúo protagónico y con algunos chistes verbales ingeniosos -que se pierden al traducirlos al español- Los pequeños Fockers no defraudará a sus seguidores pero resulta evidente su fecha de vencimiento tratándose de un producto de corto alcance.