Sonrisas, enemas y erecciones
Robert De Niro y Ben Stiller exprimen una saga cuya cantera ya parece agotada.
Si no hay dos sin tres, era de esperar que guionistas, director y productores (Robert De Niro incluido) exprimieran una vez más aquello que fue una buena aunque no original idea –el enfrentamiento entre futuros suegro y yerno- diez años atrás, en la descostillante La familia de mi novia .
Pero traten de encontrar una escena que les haga abrir la boca para reír, no esbozar una sonrisa, como la del jarrón con las cenizas, el partido en la piscina o la del avión en aquella comedia. No traten, porque no lo conseguirán.
Los pequeños Focker abreva en lo que comenzó a forjarse como la “nueva” comedia sexual, pero aquí con menos apuntes sexuales, aunque los haya, y algo más o menos escatológico. Hay erecciones, enemas y vómitos, además de las clásicas confusiones que son el centro de la trilogía, sin las que la ¿trama? no podría desarrollarse.
Greg (antes, Gay) Focker y su esposa Pam están atravesando la famosa crisis de la mediana edad. Tienen dos gemelos a punto de cumplir los 5 y problemas financieros. Jack Byrnes, el suegro de Focker ex agente de la CIA, para los desmemoriados, ha sido el patriarca del clan y un oculto ataque cardíaco lo devuelve a la realidad: desea delegar el mando del círculo de la confianza en alguien, y como su otro yerno, médico, se escapó con una enfermera, decide que el enfermero Greg Focker sea el “Padrino”.
Pero eso implicaría confiar ciegamente en Focker, algo para lo que Byrnes no está entrenado. Y los problemas se apilan: los Focker quieren enviar a sus gemelos (la nena, más inteligente, no le habla al padre; el hijo es menos despierto) a un colegio exclusivo, afrontan complicaciones con el dinero, están a punto de mudarse y a Greg le aparece una oportunidad fácil de sumar dólares, todo legal, pero se lo ofrece el personaje de Jessica Alba y, sí, la infidelidad ronda la pantalla y, lo más importante, por la cabeza de Byrnes.
El resto es más o menos lo mismo que en las anteriores: lo central es la tirantez entre suegro y yerno, y se ha recuperado al personaje de Owen Wilson, que fue novio de Pam, como para sumar inconvenientes y algún que otro gag, porque las apariciones de los padres de Focker, Dustin Hoffman y Barbra Streisand, son esporádicas. Casi, casi como las oportunidades de risa.
Como pasatiempo que es, Los pequeños Focker deja en claro que la cantera parece agotada, y las bromas se perciben y divisan a la distancia, apenas arranca la primera línea de diálogo. Por suerte cada tanto La familia de mi novia aparece en la programación de la tele o el cable, para recordar que alguna vez Stiller y De Niro supieron ser lo graciosos que en Los pequeños Focker no les sale por más que se esfuercen.