Mientras las derechas, aparentemente moderadas, van tomando forma en Latinoamérica y los discursos reivindicadores de los gobiernos militares empiezan a resurgir, llega la película Los perros, de Marcela Said, que muestra un recorte duro, crítico y realista de la clase alta chilena y su compleja relación con la dictadura de Pinochet.
Mariana es una mujer chilena de familia muy acomodada. Tiene un lugar en el directorio de la empresa de su padre, aunque parece que la cadena de mando machista no la considera importante en sus funciones. Caprichosa y con avidez de confrontar, se enfrenta a todos los hombres de su entorno, con la excepción de su profesor de equitación, quien no parece amedrentarse por su carácter o posición social.
No pasará mucho para que Mariana se entere de la verdadera naturaleza de la personalidad de él: es un ex militar, bajo cuyas órdenes desaparecieron muchos chilenos. Mariana parece entonces enfrentarse a una dicotomía entre lo que ella considera que debe hacer y lo que su personalidad le dicta que quiere. Aunque de todo su entorno, a nadie más parece importarle lo que ella desee.
Intenso y provocativo, el guion no le ahorra conflictos al espectador. ¿Qué hizo este personaje que tanto la atrae? ¿De qué es culpable? ¿De qué se arrepiente y de qué no? A través del choque de estas dos generaciones vemos reflejado un país dividido en su opinión política y social. Los conflictos de intereses, los empresarios cómplices orgullosos del genocidio y los civiles ávidos de justificar lo que sea. Todo el panorama de la más vulgar de las derechas, incluso los personajes argentinos en la película, dejan entrever sus conveniencias políticas en el tema de la violación de los derechos humanos en las dictaduras latinoamericanas.
Elogio aparte para las actuaciones de Antonia Zegers y Alfredo Castro. Ni una mirada ni un gesto de más. Todo lo que hay que construir de estos dos enigmáticos y controversiales personajes pasa por dentro, son complejos pero entendibles y la química entre ellos está muy bien lograda.