AMORES PERROS
Los perros es un film que seduce desde la violencia verbal -y casi física- impregnada en su atmósfera y que, también, polemiza a través de su temática. Esta coproducción entre Chile, Argentina, Francia y Portugal ganó en Toulouse, pasó por Cannes dentro de su sección La Semana de la Crítica y también por San Sebastián, sin dejar indiferente a nadie.
La historia presenta a Mariana, una mujer de 42 años de clase acomodada, dueña de una galería de arte y con un matrimonio vacío y rutinario donde los placeres de la vida pasan por el confort, los logros personales/profesionales y tratar de dejar descendencia. Por eso Mariana se somete a un tratamiento hormonal para poder quedar embarazada aunque ya no es un deseo para ella, si no, una presión instaurada de su marido. Lo cierto es que esta mujer adulta es tratada por su entorno cercano como una niña o una adolescente de alta sociedad, aunque ella parece no importarle. Todos los personajes masculinos parecen “maltratarla”, pero ella acepta ese código y redobla la apuesta en tono desafiante.
Mariana es desenfadada, demasiado extrovertida y liberal -lo cual recuerda a una adolescente-, y ya está cansada de recibir órdenes u ofensas. Sus ojos y actitudes esconden cierta malicia placentera que parece justificar la herencia del propio pasado turbio de su padre. Así es que en clases de equitación queda seducida por un enigmático profesor que resulta ser un veterano ex militar, de carácter autoritario, acusado de genocida durante la larga dictadura de Pinochet. Y comienza a explorar la historia de ese hombre a pesar de la prohibición de su arrogante esposo.
Marcela Said, su directora, parece mostrarnos la otra cara de lo que fue una triste realidad desde el ocultamiento o una “naturalización cómplice” y social de nefastos personajes responsables de abuso de poder y múltiples asesinatos. Y cómo esa temática se hereda y se desarrolla hoy en día en cierta parte de la sociedad que parece no querer hablar del asunto. Una visión del silencio, un tanto polémica pero visión al fin. Precisamente la protagonista será quien explore e indague esa perversidad y violación de derechos humanos, pero sólo para beneficio propio. Mariana encuentra excitante y misterioso todo el pasado que envuelve a su maestro.
Este juego perverso y de lujuria está a flor de piel en Los perros con una doble alegoría en su título. Referida por una parte a los caninos que pasan por la vida de Mariana criados de forma libre y poco responsable. Pasando por el cuadro del artista chileno Guillermo Lorca Laura y los perros que le obsequia el marido para “reconquistarla”. Pero por otra parte, la denominación del film engloba a la exploración típica de los sabuesos en rastrear y encontrar la verdad. Y es el caso del deseo de “averiguar” lo que figura en el personaje principal.
En el punto de esconder el pasado trágico, Said recuerda al otro film chileno galardonado El club de Pablo Larraín donde también se ocultaban las identidades de un puñado de sacerdotes criminales en un pueblo alejado. Pero siempre, la aparición de un personaje revelaba todo o se volvía un cómplice forzado.
Los perros se asemeja, por su estilo narrativo, a algunos dramas franceses. Su tono pausado, introspectivo y enigmático genera un clima alarmante en el espectador. Da rienda a la imaginación que busca pronta justificación visual, ya que la película juega con el maltrato psicológico, la provocación y la maldad en sí. Y ese gancho es valorable y polémico, a la vez que sus códigos lingüísticos no serán comprendidos y apreciados por todos.