Antes de empezar a escribir la crítica propiamente dicha de Los pingüinos de Madagascar, hago una pequeña salvación: Nunca me gusto Madagascar.
Ahora si, a nadar con los pingüinos.
La película abre con el territorio antártico y muchos pingüinos migrando en fila. Y ahí aparecen nuestros protagonistas, que comienzan los planteos al grupo. “Por qué hay que seguir la fila?” y entonces se corren. Para ese momento ya mi atención estaba lista a desviarse pero de repente, sin previo aviso, los chistes empiezan a ponerse “incorrectos”. Burlas a happy feet y La marcha de los pingüinos, humor políticamente incorrecto y un viaje que termina luego de una elipsis, en el final de Madagascar 3.
Los pingüinos de Madagascar no es una película genial, dista mucho de serlo, pero a diferencia de la película que origina la saga de la que se desprende esta historia (spin off en la jerga audiovisual) no se pretende a si misma seria, sino que intenta generar continuas situaciones divertidas para que estos personajes que son bastante carismáticos, se luzcan.
Mucho mas emparentada con Lo que el agua se llevo (Flushed Hawai, 2006, también de Dreamworks) los directores Eric Darnell y Simon J. Smith deciden llevar a los pingüinos a hacer un pequeño viaje y se limitan a darles el pie una y otra vez para que hagan un chiste atrás de otro, con la particularidad de que muchos de los chistes, tienen un remate extra al final, que es el que genera la verdadera carcajada.
La versión en castellano cuenta con un mas que correcto doblaje multinacional (un actor de cada país de Latinoamérica donde se estrene en español) cuya traducción fue lo suficientemente coherente como para que los chistes de palabras no se pierdan casi ninguno.
Los pingüinos de Madagascar, una película que encantara a los niños que no sepan quienes son estos pingüinos, divertirá a los adolescentes que fueron niños cuando la saga original comenzó, y que será mas que mirable para los padres que los lleven, ya que tienen varios chistes de los cuales reírse.