Es importante decir que soy fan de los Pinguinos de Madagascar. No sólo disfruté la serie con mi hija (la obligaba a verla para tener excusa de seguirla) sino que festejé cada participación suya en la saga original, así que estaba ansioso por ver cómo funcionaría este spin-off.
Lo cierto es que más allá que que detrás de cámaras siga Eric Darnell (hizo toda la saga de los animales perdidos), su asociación con Simon Smith no dio los resultados esperados. Ya "Madagascar" no ofrecía en su tercera entrega mucho material original, y aquí, sucede algo parecido.
Skipper, Kowalski, Rico y Cabo regresan a contarnos un poco cómo se fueron del "rebaño" y se transformaron en lo que son: un equipo distinto, donde no sólo brillan sus habilidades para el movimiento y la sorpresa, sino el afecto que los une, corazón de esta historia que los presenta en solitario.
Ser famosos tiene un costo. De eso nos habla "Penguins...", justamente porque Dave-El doctor Salitre (John Malkovich en la original, Carlos Alcántara para América Latina) es un pulpo que fue relegado de protagonismo en las épocas doradas del cuarteto en el zoológico de Nueva York. Allí, el fue dejado a un lado por los organizadores y la gente, en desmedro del carisma de los pinguinos, a quienes todos amaron desde el primer momento.
Decíamos entonces que Dave, celoso, busca venganza y con un arsenal de tecnología usada para el lado equivocado, se propone un secuestro masivo de aves polares similares a sus rivales en distintos lugares del globo con fines... que mejor no revelar. La banda de pinguinos, una vez que entienda el plan del villano, tendrá que organizarse para enfrentarla.
Y ahí es donde aparece la Ráfaga Polar, un equipo liderado por el Agente Clasificado (Benedict Cumberbatch allá, Jey Mammon aquí) que lucha contra el crimen y que será un escollo involuntario a la hora de cada enfrentamiento: digamos, que hay una lucha de cartel seria ahí.
"Los pinguinos de Madagascar" ofrece una trama simple, sin dobleces. El humor de Skipper (Tom McGrath o el mexicano Mario Arvizu) sostiene el metraje apelando a gags físicos y algo de la simpatía de sus compañeros, aunque con poco vuelo en sus líneas. La realización técnica es la habitual en estos casos y el 3D no molesta, pero aporta poco. El pasaje de ser los secundarios brillantes a protagónicos absolutos no parece estar bien resuelto.
El problema principal es que este spin-off no es lo divertido que uno esperaba. Se ubica a los pinguinos contra un enemigo en forma casi mecánica y se subordina su humor a una trama habitual en este tipo de género. Se salvan algunas secuencias originales (el descenso en paracaídas, la batalla final, etc) pero el film adolece de impacto, a pesar del innegable esfuerzo de producción puesto en él.
Discreta, pero válida si sos fan de este grupete, un producto de animación más de una Dreamworks que sigue buscando levantar la puntería (y anoten que tiene en producción más secuelas incluyendo la cuarta entrega de Madagascar en el futuro)...