Vayamos directo al grano en estos tiempos de vorágine. Si el dilema pasa por saber si vale la pena el paseo con los chicos al cine para ver “Los Pitufos 2”, la respuesta es que a ellos les va a gustar. Siempre partiendo de la base de haber aprobado con ganas la primera de 2011. Si el análisis pasa por la elaboración de la obra, la cosa es distinta. A diez minutos de comenzada la proyección, no solamente está hecha la presentación de los personajes, sus intenciones y el anticipo del conflicto, sino que además se anuncia como va a seguir el argumento y, si me apuran, hasta como va a terminar la narración. Nada de sorpresa, y la elección deliberada de atemperar el humor en los momentos clave o potenciarlo cuando no hace falta con gags repetidos, es demasiado riesgo para una producción de esta naturaleza y factura. Y eso es precisamente lo que sucede.
A la Pitufina la creó Gargamel para infiltrarla en la aldea pitufa y logar encontrar la ubicación, pero Papá Pitufo logra llevarla al lado bueno y la convierte al “azulismo”. Así las cosas, el villano instalado en París quiere a toda costa apoderarse de varios pitufos para extraer su magia y usarla para dominar el mundo. Nunca sabremos por qué quiere eso. Las cosas de las que disfruta no parecen requerir ser dueño del planeta, sino más bien robar un par de bancos con la varita y retirarse. Sólo queda su odio hacia los enanitos, pero no alcanza para sostener dramáticamente sus intenciones.
A todo esto tenemos a la familia cuyo jefe, Patrick (Neil Patrick Harris) sigue con ese registro entre tonto e ingenuo que lo caracterizó en la primera. Su mujer no le va en saga, y en todo caso es el abuelo Víctor (Brendan Gleeson) el único que parece nacido con dos dedos de frente. Pero en el fondo todos se quieren. Hay alguna culpa mal echada de un personaje hacia otro como para convertirse en subtrama, pero es de poca utilidad al relato principal. Irónico porque allí reside el mensaje o la moraleja.
Entonces, con los pitufos y todo el elenco cumpliendo a rajatabla lo anunciado al principio, sólo queda esperar una buena dosis de efectos que reemplace el atractivo del que carece la historia. Eso, y el trabajo brillante de Hank Azaria como Gargamel es lo que sobrevive en esta segunda parte. El 3D no tiene una sola escena que justifique los anteojos. Es más, no parece una película pensada o construida teniendo en cuenta la profundidad. Por cierto, la versión doblada resulta un poco más amable. Quizás porque estamos acostumbrados en esta parte del mundo a no haber visto nunca los pitufos en otro idioma.
A veces funciona esto de estirar un guión para convertirlo en chicle, en la mayoría de los casos no. “Los pitufos 2” debería durar 20 minutos. Para los chicos, bien (hasta ahí); para los grandes puede haber más de un bostezo.