Pitufina y Papá Pitufo, al diván
Las problemáticas de la filiación y la identidad se han convertido en obsesión en el cine y las series de TV infantiles de los últimos años en Hollywood. Los ejemplos sobran, pero los casos más emblemáticos son la segunda parte de "Kung Fu Panda", que giraba íntegramente sobre el conflicto de la adopción, y "Enredados", en donde Disney sacaba de la naftalina el cuento de Rapunzel para subrayar el drama de la apropiación ilegal.
"Los Pitufos 2" se inscribe entusiastamente en esta corriente, enfocando de manera central el trauma de Pitufina, con escenas de pesadilla incluida, cuando descubre que es "hija biológica" del villano Gargamel y que Papá Pitufo la ha adoptado para redimirla. El móvil del argumento, ahora, es que Gargamel vuelve a traerla por la fuerza con él, pero para chantajearla: él sólo quiere obtener la fórmula secreta que convierte a los Pitufos en azules, y que es propiedad exclusiva del "padre bueno". Esta historia, además, va en paralelo con lo que les ocurre a los actores "reales" ("Los Pitufos", versión Hollywood, combina muñecos digitalizados con acción dramática real), en cuya trama el protagonista Patrick (Neil Patrick Harris) está en conflicto con su padrastro Victor (Brendan Gleeson), a quien no termina de aceptar.
Nada de esto es nuevo, desde luego. Desde "La Cenicienta" y "HTMnsel y Gretel" a esta parte, las figuras parentales han sufrido, por parte del cine para chicos, una propaganda negativa quizá equiparable a la de los gangsters.
Desde los años de la corrección política, los guionistas buscan (se les nota el esfuerzo) modificar esa imagen: hoy ya no sería aceptable, quizás, hacer de la madrastra sinónimo de villana por antonomasia. Sin embargo, el efecto de este cambio no parece del todo beneficioso.
En primer lugar, desaparece el villano puro (no es el caso de Gargamel, que continúa siendo un tunante), y nada entretiene tanto a la platea, como lo enseñó Hitchcock, que un buen villano. Pero tal vez ni siquiera eso sea lo más importante, sino el hecho de que las tramas más "maduras" (Papá Pitufo es carne de diván cuando reconoce el conflicto de su vínculo con Pitufina, y ella misma es la angustia viva durante más de la mitad de la película), le quitan alegría y humor, y cualquier happy end va a ser muy poco en relación al drama planteado.
"Los Pitufos 2" es un film técnicamente impecable, con una interrelación entre los movimientos digitales y los actores quizá superior al original, y tiene un irreprochable 3D. Pero es un film triste.