“Los Pitufos” son una parte importante de la historieta europea. La universalidad de los enanitos azules lo prueba, y sus cuentos son de una inteligencia notable, verdadera metáfora del mundo a través del humor amable y engañosamente infantil. Cuando Hollywood los transformó en cine de alto presupuesto, cometió el error de mezclar actores y de “descartoonizarlos”: las dos películas anteriores tenían como gran cima el trabajo de Hank Azaria como Gargamel, pero ese gran despliegue cómico era, en realidad, un error. Subsanado: ahora todo es animado y más dinámico, lleno de color y de recuerdos (aunque el 3D lo arruina bastante) de la tira original de Peyo. Pero (ay), tuvimos “Trolls”, una película amabilísima y divertida que fue lo que debió haber sido “Los Pitufos” desde el principio. Así que esta aventura que los enfrenta a un nuevo pueblo está bien, tiene buen ritmo, abusa un poco de la parodia (lo que evita cierta metáfora) y se siente el aire de déjà-vu en todo lo que pasa. De todos modos, una mejora: la dirección de la veterana Kelly Asbury le pone algo de filo a lo que, en ocasiones anteriores, fue demasiado soso. Lo que falta es la doble perspectiva de la tira: aparentaba ser inocente y pueril pero resultaba muy serio. Pero se sabe: Hollywood no cree en sutilezas.