En este país cada gobierno que sucede al anterior suele despreciar y criticar lo hecho, aunque sea bueno y beneficioso para los ciudadanos. Ellos, como una regla general no escrita, necesitan imponer sus ideas y pareceres, colocar su impronta en el modo de gobernar como para que no haya una solución de continuidad. Con ese criterio uno de los puntos que siempre modifican a voluntad es la cultura. Su enseñanza y transmisión debe ser manipulada para una propia conveniencia.
Así, en un momento de nuestra historia, durante el año 1955, cuando ocurrió la llamada “Revolución Libertadora” que derrocó al General Perón, los libros que enaltecían a dicho movimiento y el estilo de conducción resultaron prohibidos. Los ejemplares que se encontraban a disposición del público en la Biblioteca del Congreso de la Nación fueron considerados “peligrosos” y los destinaron a la oscuridad de un depósito.
Este documental reflota un caso poco tratado. La directora Andrea Schellemberg busca a través de su trabajo ponerlo en consideración popular porque, según cuenta la bibliotecaria Silvana Castro, que actúa como si fuese la conductora de la narración, al charlar con sus compañeras su intención de volver a exhibir esos libros como ocurrió en tres ocasiones anteriores, pero que en el gobierno de Macri dicha actividad no interesa por ser libros peronistas.
Pese a tener un interesante argumento para contar una historia que atañe a nuestro pasado y que involucra al ámbito cultural, la realizadora pierde objetividad al construir el relato porque lo que más le interesa es criticar a ultranza al gobierno macrista y resaltar el escaso apego a la educación de su conducción, y sí favorecer únicamente a los empresarios y a los ricos-.
La narración transita por dos planos en paralelo con un ritmo desparejo, pasa de la velocidad a la lentitud sin justificación. Por un lado lo que ocurre dentro de la biblioteca, especialmente en la Sala de Colecciones Especiales donde se guardan los libros considerados más valiosos del patrimonio y, por el otro el exterior, la calle, las manifestaciones, las sesiones en el Congreso, noticieros, incluso el departamento en el que vive Silvana con su marido. Todo contado con sonido ambiente, sin música, excepto cuando suena un tango tocado en vivo dentro del Congreso.
Si la directora tuvo como motivo primordial al hacer esta película explorar los secretos que hay detrás de las paredes visibles de la sala de lectura, perdió objetividad porque la compaginación conduce inexorablemente a un interés netamente político y para nada pedagógico, como lo que reclaman todos los que participaron en este film.