Mauricio Macri repite tres veces la palabra “cambio” en el discurso que escoge Andrea Schellemberg para comenzar su documental. Creeríamos que esta decisión es una peligrosa “bajada de línea” si además consideramos que la película se estrenó hace un par de meses en el MALBA. En ese momento, el presidente actual Alberto Fernández estaba por tomar el poder y el expresidente recibía fuertes cuestionamientos por haber fallado precisamente en esas propuestas de cambio.
Ahora, con su estreno en el Gaumont, es necesario detenernos en lo que se encuentra al otro extremo de Los prohibidos: su final. Acudo a la “polémica” opción de referirlo a modo de spoiler porque Andrea contrasta el comienzo no solo con los últimos minutos de los que hablaremos a continuación. También lo hace con matices que se nos podrían escapar si no observamos con cuidado.
Desde esa primera escena, la realizadora enfrenta al espectador. El comunicado se toma desde la placa televisiva “El presidente Mauricio Macri presenta las propuestas para consensuar las políticas públicas”. De esta manera, la selección del material apela incluso al espectador más desinformado. El azul celeste de esta placa nos llama, al menos inconscientemente, al final de la obra. Es entonces cuando una pared blanca delimita la reunión de Silvana Castro, bibliotecaria del Congreso de la Nación, con el funcionario, dando lugar a dos voces en off, esperanzadas aunque nunca fuera de la sensatez. Parecería fácil combinar en un análisis los colores de la bandera argentina al inicio y al cierre del documental. Como si el uso de estos tonos destacaran las sutilezas de la política. Y aun así, Los prohibidos también es una bisagra que sostiene las críticas al gobierno saliente con miras a lo que no debería repetir el entrante. Por ello la obra resulta oportuna, aunque por momentos nos parezca oportunista.
Si eso queda como duda o puerta abierta, lo certero en el documental de Andrea es que quienes manejan los “documentos” son mujeres. Así, las figuras masculinas de poder que hablan al principio y al final de la obra se contrarrestan con las figuras de poder femeninas desde la biblioteca y la dirección de la película. En su cuarto documental, Schellemberg halla un diálogo entre las dicotomías del poder desde lo macro hasta lo micro. Si bien la búsqueda más fuerte es evidenciar los tropiezos graves del gobierno anterior, la directora no pierde de vista los matices entre poder y género.
Un aspecto que recuerda al librito (no precisamente pequeño por su visión) Bibliotecas de Alberto Manguel es el recinto de los libros visto como un ser dinámico por los objetos que resguarda. Y si lo aplicamos al documental, Andrea no halla mejor ejemplo de ello que Silvana, una mujer que camina mucho según se muestra. No solo atendamos al diseño de sonido cuando tiene la reunión final, donde sus pasos se conjugan con las palabras de quien ejerce el cargo público. También observemos su presencia en marchas conversando con protestantes. Gracias a esta mirada es imposible pensar en una biblioteca como sitio de conocimiento pasivo. Para Manguel lo activo de la lectura comienza desde el lugar físico donde se lleva a cabo. Que él mismo haya sido director de la Biblioteca Nacional en años recientes dialoga directamente con Los prohibidos a modo de reconocimiento de estos cargos públicos como guardianes de lo registrable e histórico en la cultura.