Podríamos decir que esta producción, repleta de buenas intenciones, se presenta por sobre todas las cosas como desprolija, o al menos desordenada.
Esto no esta dicho en correspondencia a la estructura narrativa o el diseño de montaje, la primera de un clasicismo atroz, imposible de fallar con la elección. La segunda con algunas cuestiones que llaman poderosamente la atención, como la utilización de analepsis, no la razón de las mismas sino su constitución definitiva en relación al relato.
En este sentido el narrador de la historia tiene recuerdos que configuran lo que se denomina analepsis externa, tiene la particularidad de ir al pasado y retorna al punto actual exactamente de donde partió, lo que en esta película nunca sucede.
Basada muy libremente en la novela homónima que Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares publicaran a mediados de la década de 1940. Pero muy libremente, casi que demasiado.
Otro orden del desorden se manifiesta en los diferentes tipos de actuación, no hay una coherencia entre todos, aunque el espacio y el tiempo sean el mismo. Varios de los personajes actúan como si se tratara de una producción de la época, una jugada difícil pero de la que salen airosos Carlos Portaluppi, Mario Alarcón, pero, como dice el colega Miguel Pérez, les tiras hierro candente y hacen jueguito. Marilu Marini por momentos con una actuación más teatral que cinematográfica, en tanto que Gonzalo Urtizberea y Juan Minujin están en otro registro, más contemporáneo si se quiere, mientras Guillermo Francella parece que le dijeran pone el chip de “El secreto de sus ojos” (2009) y repite, repite. Luisana Lopilato es muy bella, dicen que muy buena modelo, ¿alguna vez la veremos actuar? Por ultimo, cierra el desatino en la dirección de actores un niño, personaje importante en la resolución del conflicto que no se sabe muy bien si sabe que es lo que debe hacer.
En relación de los otros rubros que complementan a un texto fílmico, la banda de sonido es de un nivel de insoportabilidad increíble desde los primeros acordes, demasiado enfática sobre las imágenes y el relato. No sucede lo mismo con el montaje de sonido, del orden de lo correcto.
La dirección de fotografía, como la dirección de arte toda, específicamente la recreación de época, son de muy buena factura.
El problema del filme es que no se define, no sabe si ir hacia la descripción del universo de Silvina Ocampo o dar rienda suelta al suspenso trabajado por Bioy Casares, termina por ser morosa en su recorrido, de previsilidad absoluta.
Otro de los problemas pasa por el respeto al público, y a ellos mismos, en una escena en el mar, de “hondo” dramatismo, aunque transcurre en la orilla, todos los personajes dicen que el mar está muy peligroso, mucho oleaje, y la imagen muestra un mar con menos olas que una pileta de lona en un patio cubierto.
De estas varias.
La historia se centra en el Dr. Hubermann, quien llega a un hotel en la playa a descansar, allí se encuentra con una joven con la que tuvo un romance, a la que acompañan su hermana, su cuñado y otros personajes laterales. Hasta que hay una muerte en la que todos son sospechosos, aunque por cuestiones de estructura y del recorrido del relato, una vez que aparece el muerto todos saben quien es el culpable, no digamos asesino, ese es el que hizo la traslación al lenguaje del cine. Los temas que intenta desarrollar son amores, engaños, odio, envidia, venganza, etc. Todo muy pomposo y vacuo simultáneamente.