Melodrama desequilibrado
La película, una adaptación de la novela de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, cuenta la historia de un médico homeópata que escapa a la playa para olvidar un desamor. El primer día que llega se encuentra a la misma mujer y compartirán días de pasión y desenfreno.
Adaptación de la novela del mismo nombre, de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, la película de Alejandro Maci narra la historia de Enrique Huberman (Francella), un médico homeópata que escapa de la ciudad en busca de paz al hotel de playa que le pertenece a su prima (Marilú Marini).
Lo cierto es que intenta sacarse de encima el pasado tortuoso que le dejó el desamor de Mary (Lopilato).
Desgraciadamente, el mismo día que llega a ese lugar inhóspito y paradisíaco se reencuentra con la joven que desea olvidar, que por casualidad -al menos es lo que el espectador sabefue a vacacionar con su familia al mismo lugar.
Allí deberán compartir algunos días de pasión, desenfreno y nuevamente histeria y juegos de parte de la joven, que en las primeras escenas le asegura a su hermana (Justina Bustos) que le “gusta gustar”.
Tanto persigue la seducción y manipulación Mary, que también se entretiene con los celos de su hermana, comprometida con Enrique Atuel (Juan Minujín), con quien también coquetea.
El vuelo melodramático evoluciona en thriller cuando la encantadora Mary aparece muerta en su habitación, y aparecen las dudas sobre cuál de los huéspedes fue el que cometió el asesinato.
Con poca fortuna, el espacio que se le otorga a la primera parte es abrumador y se come demasiado al tinte policial que continúa, borrando toda posibilidad de armonía entre los actos.
Si bien la obra literaria también carece de complejidad en su desarrollo y desenlace, en pantalla, esta simpleza resta dentro del argumento y hasta resulta demasiado predecible por el pobre trabajo de plantar pistas y despistar que estructuran los fi lmes de este género.
Si bien estéticamente es impecable, con actuaciones a la altura de un largometraje de época y detalles fotográfi cos, de vestuario y gestualidad que nos transportan a los años ‘40, la propuesta se malogra por la incapacidad de equilibrar el drama y lo policial, en vicioso error de entrelazar lo romántico antes que un sentimiento más extremo como lo pasional y lujurioso, algo que hubiese llevado a mejor puerto la confección narrativa.